¿Cómo derribar el tópico de que el arte contemporáneo es elitista?

Que el arte tiene una función terapéutica ya lo proclamaban en la antigüedad clásica; ahora bien, en esta ocasión, lo comprobamos en primera persona. Llegamos a las oficinas de ARCOmadrid en una fría mañana y encontramos a Maribel López, su directora, algo febril por culpa de las bajas temperaturas madrileñas. Sin embargo, según avanza nuestra charla sobre artistas, galerías y lenguajes creativos, nuestra entrevistada va mejorando como si el arte fuera el remedio que todo lo cura. Adora lo que hace, y eso se transmite en cada una de sus palabras. Porque, aunque ella nunca quiso dedicarse a la creación, encontró en el ámbito artístico un lugar donde reflexionar sobre el mundo y, sobre todo, en el que crecer. «Uno de mis sueños habría sido ser una persona teórica, pero yo era más de acción.

Decidí estudiar Arte porque supe muy pronto que me serviría para trabajar con el pensamiento que genera, que sería un espacio idóneo para aprender», confiesa. Su pasado como comisaria y galerista le abrió las puertas de ARCO, la más prestigiosa feria de arte contemporáneo de España; ahora, casi 10 años después, Maribel López toma las riendas de esta cita cultural imprescindible, aunque la pasada edición ya la codirigiera junto a Carlos Urroz. «De alguna forma, pretendíamos dejar claro que no se trataba de una ruptura en la forma de dirigir, sino de una transición. Transmitir esa idea nos parecía bonito, importante y no tan habitual en nuestra sociedad», explica.

Y lo han logrado poco a poco, sin gestos grandilocuentes, de igual manera que López ha participado profesionalmente en la feria durante la última década, por más que su relación con ella se remonte más allá, cuando solo era una estudiante. «He empezado desde muy abajo, sin tener vínculos en el mundo del arte, buscándome la vida, conociendo a los artistas, trabajando en galerías, abriendo la mía propia… Es curioso porque mi carrera, sin ser yo una persona que se haya marcado objetivos, me ha llevado a desempeñar este trabajo».

Como espectadora y como coleccionista, se reconoce una apasionada del arte conceptual; aunque, por encima de cualquier etiqueta estética, se declara fervientemente defensora de los artistas: «Al fin y al cabo, son quienes desarrollan su talento… Yo nunca intenté crear, no era mi lugar, hay que ser alguien muy comprometido y muy valiente para hacerlo. Amo lo que hacen los artistas porque son quienes generan los lenguajes; ahora bien, con el tiempo, también me he dado cuenta de la importancia de la galería como traductor artístico; cómo observa a varios creadores y apuesta por esas historias que va a explicar. Y, además, tiene que conseguir que nosotros, el resto de la sociedad, las entendamos».

A López le persigue la idea de que el arte esté presente en nuestra vida de forma natural, como otras muchas disciplinas. Si a nadie le asombraría tener una pequeña biblioteca en casa, ¿por qué no colgar de nuestras paredes una obra original? ¿Acaso es más extraño pasar la tarde recorriendo las salas de un centro de arte que acudiendo al cine o al teatro? Siente que un punto de encuentro cultural como ARCOmadrid también debe servir como nexo de unión entre el arte y los ciudadanos, quienes, a veces, se sienten desconectados del hecho artístico más contemporáneo. «Esa es una de las labores que debe plantear una feria en su ADN.

ARCO lo ha hecho y me encantaría pensar que lo seguirá haciendo. Porque, a través de las galerías que selecciona con una visión objetiva, también está contando una historia», asegura la directora de la feria. «Creo que cumplimos una función social, que acercamos el arte a quienes lo quieran descubrir, aunque no sean especialistas. Por eso, este año ofreceremos visitas guiadas al público por 20 euros para que no tengan esa sensación de desconexión con las propuestas menos convencionales. Sé que se trata de un pequeño gesto, pero estos me gustan más que los grandes cambios».

Enemiga de las grandes revoluciones, López no llega a la dirección de ARCO con la intención de imponer su huella: «Este no es un proyecto personalista, sino una feria que funciona muy bien y en la que colabora muchísima gente. Tenemos que responder a un mercado, a unos objetivos, transmitir seguridad a todos los que participan en ella». Así, como era de esperar, los programas comisariados Opening y Diálogos volverán a hablar de artistas, de sus diferentes conceptos visuales y de las distintas vías de investigación que hoy copan el mercado artístico.

Este año, triunfarán líneas de trabajo como la performance, presidida por el cuerpo, la materialidad y esos lugares de encuentro limitados en el tiempo y en el espacio que originan momentos y experiencias únicas. En el otro extremo, también cotiza al alza el deseo artístico de conectarse con el pasado mediante técnicas tradicionales y materiales ancestrales como la cerámica y los tejidos. Y, obviamente, lo digital omnipresente en todo. Asimismo, ARCO 2020 nos traerá el proyecto Just a Matter of Time, que dará protagonismo a Félix González-Torres, el artista cubano que murió de sida en los 90 y que nunca impuso a su obra un significado unívoco y cerrado.

Sencillamente, porque la esencia del arte contemporáneo es la libertad de convivir con quien lo observa. Tampoco conviene olvidar que ARCOmadrid es una feria en la que, además de emoción y cultura, se venden cuadros, esculturas, fotografías o videoinstalaciones… «Una feria es un mercado, de ahí que no queramos romper la estabilidad de la que goza», reconoce López. «Aquí participan galerías muy prestigiosas para vender las obras de sus artistas; vienen museos e instituciones públicas y privadas muy buenas a interesarse por ellos. Si no vendiéramos, no existiríamos.

Nuestro programa de coleccionistas resulta muy potente porque es necesario. De hecho, estamos trabajando en cómo conseguir que más gente se anime a comprar. Para ello creamos el proyecto Me compro una obra, iniciado hace tres años, que permite adquirir piezas por menos de 2.020 euros. Porque ARCO ofrece un marco de calidad muy alto con artistas que ya tienen representación en grandes colecciones, que ya trascienden a la propia creación, pero también es posible encontrar joyas asequibles. Este año, quienes lo deseen podrán adquirir obras on-line y recogerlas en la propia feria. Es una forma de romper esa timidez de entrar en una galería y comprar».

Hay que acabar con el tópico de que coleccionar es de millonarios… «Tener una colección como la de los Guggenheim es una cosa y disfrutar en tu casa de una obra con la que has conectado en una galería es otra muy distinta. Es verdad que no todo el mundo dispone de dinero para gastar en arte, pero hay muchas maneras de hacerlo, como comprar artistas emergentes, gente de tu generación con la que hablas de tú a tú… Como directora de ARCO, ojalá sepa compartir lo valioso que es que la creación forme parte de tu vida y de tu futuro». Sin embargo, pasear entre tanta belleza no tiene precio.

Tampoco el hecho de que aquí nadie sea considerado ajeno al arte. Esa es, precisamente, una de las diferencias de ARCO con respecto a otras ferias internacionales, según comenta su directora: «Nos obsesiona que todas las galerías que participan se sientan únicas, y eso se acaba trasladando a la experiencia del coleccionista y del visitante. Aquí todo el mundo siente que forma parte de algo». Incluidas las mujeres, que, cada vez más, ocupan más puestos relevantes en el panorama artístico actual. «El mundo del arte siempre ha sido pionero en cuanto a la presencia femenina; en especial, en el ámbito de las galerías y el comisariado. Tal vez, las artistas han tenido menos visibilidad, pero esa situación está cambiando».

Adentrarse por los caminos del arte contemporáneo requiere esfuerzo, reflexionar sobre él, visitar museos y galerías para educar la mirada… Y también para derribar prejuicios absurdos sobre aquellas creaciones en apariencia fáciles que, según algunos, no son verdadero arte. «En todas las ediciones, contamos con alguna obra que suscita polémica. Por supuesto, no lo hacemos a propósito. Resulta curioso, pero los espectadores somos muy abiertos para unas cosas y para otras no. ¿Por qué hay desconexión entre el espectador de a pie y el arte contemporáneo? Quizá porque la gente desconfía sobre lo que hacemos. Y eso no pasa con otras disciplinas que requieren medios de producción más imponentes, como el cine.

El arte más actual requiere un esfuerzo, pero como cualquier otro ejercicio cultural complejo de nuestro presente. ¡Escuchar un concierto de música contemporánea también exige una atención extra! Hay que establecer estrategias para ayudar a crear esa complicidad, y cuanto más podamos preparar a quienes contemplan una pieza explicándola, mejor será. Porque la recompensa intelectual a ese esfuerzo es increíble».

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