Cómo hablar de la muerte: beneficios y consejos de expertos

La pandemia del Covid-19 nos ha hecho darnos cuentas de muchas cosas, entre ellas la importancia de seguir algunos pequeños gestos eco para cuidar nuestro planeta o cómo ha cambiado nuestra forma de vestir tras el confinamiento. Pero sí hay un tema que ha puesto sobre la mesa es el de la muerte. En los primeros meses de la crisis sanitaria mundial, las cifras de muertos no dejaban de subir y subir.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que las cifras reales de fallecidos por el virus duplican o triplican a las oficiales. Estaríamos hablando de entre 6 y 8 millones de muertes, frente a los 3,4 millones registradas en el Informe de Estadísticas Sanitarias Mundiales de 2021.

Pero aunque nos hayamos hecho más conscientes de que la muerte forma parte de la vida, sigue siendo un tema del que no nos gusta hablar. Resulta incomodo. Cuando alguien en una conversación menciona que ha perdido a a un ser querido, lo más habitual es lanzar un ‘lo siento’ o ‘te acompaño en el sentimiento’ al aire y correr un tupido velo cambiando rápidamente el rumbo de la conversación.

En los últimos tiempos el cambio es evidente. Según Alejandra Nuño, socióloga experta en crecimiento empresarial: “La pandemia nos ha hecho reflexionar y nos ha ayudado a morir mejor, a asumirlo con más naturalidad. Se está humanizando más, tomándolo como lo que es, parte de la vida”. Pero, ¿hasta que punto es necesario hablar de la muerte? ¿Qué beneficios puede aportarnos? ¿Cómo lo hacemos cuando se trata de hablarlo con niños? ¿Puede que la reciente ley de la eutanasia nos haya ayudado a entenderlo mejor? Hablamos de todo esto con distintas expertas.

¿Por qué da tanto miedo hablar de la muerte?

«Es natural tener miedo a lo desconocido, a la incertidumbre. ¿Cómo no se lo vamos a tener a la muerte? Si lo pensamos, la sociedad no deja de ser una estructura organizada (al menos, las sociedades avanzadas) que nos permiten vivir y convivir con una permanente sensación de ‘seguridad adquirida’, no teniendo que estar en permanente jaque mate asegurando nuestra propia permanencia. Por eso, el coronavirus ha puesto nuestro mundo al revés, porque estamos acostumbrados a dar por sentado la seguridad, la higiene, los servicios, el bienestar, la propia salud. Sin embargo, la pandemia ha puesto en clara evidencia nuestra vulnerabilidad, un frente a frente contra nuestra ilusión de vivir en un presente continuo. Tener miedo es natural, lo que no es natural es no admitir nuestra única gran verdad», comenta la socióloga Alejandra Nuño.

Para Enric Soler, tutor del grado de Psicología de la UOC: «Resulta difícil elaborar duelos porque vivimos en una sociedad demasiado orientada a la productividad, a la ganancia, y no a la pérdida«.

¿Hemos cambiado nuestra forma de afrontar la muerte con la pandemia?

Afrontar un duelo durante el confinamiento no ha sido fácil, y para Nuño el cambio ha sido evidente. «Quizás, fruto de nuestro propio discurso de vivir en un permanente presente, nuestra cultura ha domesticado nuestro propio concepto de muerte, y en este sentido, se podría decir que nuestra vivencia entorno a ella, ha sido naturalmente aséptica: sin tocar, sin besar, sin abrir mucho el ataúd, con maquillaje y peluquería (es decir, la tanatoestética), incluso, sin mucha oratoria por parte de nuestros seres queridos, más bien, la vivimos en silencio oculto. Así ha sido nuestro ritual habitual, a diferencia de otras culturas, donde la muerte forma parte de la propia vida, incluso, desde niños.

Sin embargo, el hecho de que la pandemia nos privase de toda libertad, de todo ritual, hasta de darse la mano, nos ha hecho desear, por primera vez (y sin importar el cómo y el cuándo) el poder estar, abrazar, sentir y sobre todo acompañar. Cosa que no hacíamos cuando podíamos. El virus ha supuesto la condena de los rituales. Nos ha hecho hablar de la muerte como nunca lo habíamos hecho y por eso no solo ha supuesto una cierta normalización, sino, una humanización de la muerte. Hasta el punto de que hemos comenzado a pensar en ella, a diseñarla, a visualizarla desde el cómo, el cuándo, y lo más importante, el con quién».

Beneficios de hablar de la muerte

«Son muchos los expertos que nos indican que es bueno hablar de ello cuando estemos preparados, ritualizar nuestra despedida no ayudan a expresar y compartir nuestras emociones, aceptar nuestros sentimientos, normalizar el sentir. El ir paulatinamente procesando, acostumbrándote a esa perdida, ayudará poco a poco a transitar ese proceso tan difícil», afirma Nuño.

Consecuencias de no hacerlo

Según Enric Soler, «los duelos no son opcionales. Se pueden postergar, diferir, congelar, aplazar, negar, elaborarlos a medias, pero no son evitables». Y además advierte: «La mayoría de demandas terapéuticas de todo tipo (drogodependencias, ansiedad, depresión, trastornos de conducta, etc.) tienen su origen en un duelo no elaborado desde hace años o décadas».

En esta línea Montserrat Lacalle, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, sostiene: «Cuando una persona se niega a sentir, es posible que pueda tener la falsa sensación de que está bien, y cuando en el futuro aparezca otra pérdida o cualquier otro tipo de acontecimiento emocionalmente traumático, se activará todo eso que no está resuelto». Algo así como una lesión mal curada. «Puede que sigas con tu día a día, pero cuando te lesiones de nuevo, esa lesión recaerá sobre algo que no ha curado bien». La profesora añade que duelo viene de la palabra dolor. «La muerte va a doler, duele pasar por eso, pero es la posibilidad que tenemos de volver a estar bien».

Duelos prohibidos

Pero, ¿qué ocurre cuando ese duelo no está bien visto o simplemente es menos aceptado por la sociedad? Entonces nos enfrentamos a un duelo prohibido. Según Soler, «hay tantos duelos prohibidos como estructuras de vínculos afectivos no reconocidas y legitimadas por la sociedad». Algunos ejemplos serían: «La pérdida de un integrante de una relación de pareja de más de dos personas, el fallecimiento de un amante e incluso la muerte perinatal, que, a pesar de estar socialmente legitimada, en muchos casos los progenitores lo viven como un duelo prohibido por el hecho de no haber existido alguien visible a la sociedad que muere prematuramente».

Otro ejemplo probablemente más habitual es el fallecimiento de una mascota. «Es un duelo de primera magnitud, pero las personas a las que no les gustan los animales o no han tenido una mascota, no pueden imaginar el dolor que se siente al perderla», señala Soler.

Ley de la eutanasia

El 18 de marzo de 2021 España se convertía en el quinto país del mundo en regular la eutanasia y suicidio asistido. Dar un paso como este muestra un significativo cambio hacia una sociedad más consciente de la muerte y, sobre todo, de cómo se quiere que se produzca en determinadas situaciones especialmente duras.

Para solicitarla es necesario tener la nacionalidad española o residencia legal en España o certificado de empadronamiento que acredite un tiempo de permanencia en territorio español superior a 12 meses, ser mayor de edad y ser capaz y consciente en el momento de la solicitud. De no ser así, se podrá haber solicitado con anterioridad mediante un documento de instrucciones, testamento vital, voluntades anticipadas o documentos equivalentes.

El proceso incluye hasta 5 confirmaciones por parte del paciente, varias reuniones con su médico, la opinión de un facultativo consultivo, una comisión de evaluación que apruebe el procedimiento con dos expertos (uno de ellos un jurista) que se encargarán de evaluar la situación. Todos estos trámites pueden durar un máximo de 40 días hasta que se produzca el acto de la eutanasia en sí, cuya aplicación corresponderá al médico responsable del proceso.

Estamos hablando de una ampliación de derechos en la sociedad española, el derecho a poder elegir morir sin dolor si así se desea. Una opción que nos hace pensar una vez más en la necesidad de hablar de la muerte como algo a lo que todos vamos a llegar.

Hablar de la muerte con niños

Tratar la muerte se convierte en algo especialmente delicado cuando hay que hacerlo con niños. El miedo a no saber explicarlo, a no poder resolver todas sus dudas o incluso a hacerles daño es algo por lo que pasan muchos padres. La psicóloga materno-infantil Pilar García de Ocio habla de la necesidad de hacerlo siempre «de la forma más natural posible» y evitar que «se convierta en un tema tabú».

Pero, ¿cómo podemos hacerlo? «Depende de la edad que tenga, no es lo mismo los primeros 6 años, que piensan que la muerte puede ser reversible, que un niño de 6 a 9 en adelante, cuya comprensión de la muerte es totalmente diferente, ya son más conscientes de que es algo permanente pero que aún no comprenden las consecuencias que ello implica» afirma García de Ocio.

Además añade: «Con los más peques la explicación debe ser clara, concreta, sin demasiada información y apoyándonos en algún ejemplo que conozca, como una mascota. Con los niños de 6 a 9 años, la información se da de forma sencilla, coherente y dejando espacio para que hagan preguntas sobre las dudas que les puedan surgir sobre lo que sobreviene a la muerte. A partir de los 9 entienden la muerte casi como un adulto, así que lo importante es que lo comuniquen los padres y estén pendientes y abiertos a preguntas con el fin de evitar miedos a la muertes de los padres o a la suya propia».

Para la psicóloga materno-infantil es esencial que los niños recuerden a sus seres queridos fallecidos a través de anécdotas, historias vividas juntos, fotografías, etc. y dejar espacio a la comunicación, para despejar dudas y aportar seguridad al niño.

«Los sentimientos y las emociones siempre hay que validarlas. No sólo podemos dejar ver la cara alegre , porque es esconder una realidad y sobreproteger a los niños de un aspecto que forma parte de la vida. Hay que dotarles de herramientas para su vida adulta y llorar cuando se está triste. Es necesario y curativo», comenta sobre si es mejor mostrar nuestros sentimientos con naturalidad.

En algunos casos, los niños no llegan a conocer a algunos familiares fallecidos o casi no guardan recuerdos de estos. Para Pilar García de Ocio lo más adecuado es «hablarles de ellos, contar cómo eran, qué recordamos nosotros, cómo eran de importantes en nuestras vidas».

Algunos ejemplos

De un tiempo a esta parte hemos podido ver cómo algunos personajes públicos han sido ejemplo de esta necesidad de hablar de la muerte. Uno de lo más evidentes es el caso de Pau Donés, que grabó una entrevista con Jordi Évole para el documental ‘Eso que tú me das’ días antes de fallecer de un cáncer de colon el 9 de junio de 2020. Todo un canto a la vida en el que el músico habla sin miedos y sin tapujos sobre cómo enfrentó su final y recordando la necesidad de disfrutar de la vida.

Sufrir la muerte de un hijo es probablemente uno de los duelos más dolorosos y difíciles de soportar. Ana Obregón tiene que hacerlo desde que su hijo Álex Lequio falleciera el pasado 13 de mayo de 2020. A través de su Instagram recuerda en numerosas ocasiones a su hijo y en las ‘Campanadas 2020’ lanzó un mensaje cargado de ánimo: «aún siendo una madre que ha perdido a un hijo quiero mandar un mensaje de esperanza».

La influencer La Vecina Rubia ha creado todo un símbolo en nuestro país con sus arcoíris a la hora de recordar a los que no están. Hemos hablado con ella sobre cómo surgió este símbolo y de la importancia de hablar de la muerte. «No fue una idea premeditada; un día comencé a escribir sobre la muerte de mi padre y conté que me gusta dirigirme a él y al sitio en el que está ahora como el arcoíris de los padres» afirma y además añade que «surgió a raíz de ver uno en su entierro».

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Son muchos los seguidores de su cuenta en Instagram que le mandan fotos de sus propios arcoíris y también comparten con ella lo mucho que les ayuda esta forma de recordar. «Muchas personas se acuerdan de sus seres queridos cuando ven mariposas blancas, cuando escuchan una canción que les recuerda a esa persona o con un olor. El arcoíris, al ser un fenómeno que aparece en contadas ocasiones, viene a ser una preciosa forma de acordarte de las personas que ya no están aquí cuando consigues ver uno. Es la manera de poner un punto de color a un sentimiento de tristeza que es de los más oscuros».

Aunque lo más importante, en su opinión, es normalizar. «Al final es un símbolo de que algo bueno está por llegar tras la tormenta. Una manera más de aceptar un aspecto de la vida del que hay que hablar porque existe. Creo que es bueno naturalizarlo y sobre todo expresarlo de la manera que cada uno considere».



Vía: ELLE ES

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