El 60º cumpleaños de Jaime de Mora y Aragón en Marbella: un Mercedes blanco descapotable, mucho champán y 900 invitados VIP

La Marbella nocturna de los años 80 era un delirio. Un dislate que sucedía al compás de un peculiar personaje llamado Jaime de Mora y Aragón. El hijo de los marqueses de Casa Riera era un buscavidas, un visionario, un superviviente, un golfo, un dandy, un disfrutón… depende de a quién leas o preguntes y cuánto dinero le debiese Jaime en el momento de definirlo.

Algún rumor de caracola cuenta que hasta vendió la invitación a la boda de su hermana Fabiola con el rey Balduino para invertir los billetes en negocios más provechosos. Su tocayo Jaime Peñafiel asegura que con lo que traficó Jaime fue con el diario de la consorte de los belgas, ya que afirma que fueron él y el también periodista Jesús Hermida quienes se lo compraron.

Como en la vida de toda leyenda cuesta discernir lo que es fábula de lo que no. Según la Real Academia de la Historia este niño bien nació en el madrileño palacio de Zurbarán “realizó estudios de Derecho y Psicología, fue perito mercantil y políglota". A lo largo de su vida ejerció múltiples oficios, fue mancebo de farmacia, estibador, taxista, barman, regidor de revistas de cabaret, luchador de lucha libre, pianista y actor”.

Participó en más de 50 películas como secundario en las que interpretaba varias versiones de sí mismo, una especie de Salvador Dalí, del que presumía tener un óleo junto a un Goya que le quiso comprar el ex ministro Javier Solana por sólo 40 millones de pesetas. Jaime fue uno de los primeros en dar con sus huesos en la localidad malagueña dibujada por Alfonso de Hohenlohe, propietario del hotel Marbella Club –germen de todo lujo– y, junto a Tulio Pinna, del hotel Puente Romano.

Cinco años después de su aterrizaje, el 5 de julio de 1969, de Mora y Aragón inauguró el club Las Fuentes del Rodeo, al que se accedía por un precio simbólico de una peseta, y el 24 de marzo de 1973, La Boîte Kiss. El hermano de la reina española de Bélgica buscaba asegurar la diversión a un ramillete de envidiables turistas fuera de sus cortijitos y su propia estabilidad económica. Ese mismo año hizo gala de una vena filantrópica que no se le presumía asegurando que iba a “entregar un regalo a los pobres de Marbella, y el resto para otro pobre que se llama Jaime de Mora”, tras celebrar en la plaza de toros de Nueva Andalucía un festival taurino solidario.


Tío Jimmy, como lo conocían sus próximos, celebró en 1985 su 60º cumpleaños en la discoteca bautizada con su apodo, la Jimmy’s del Marbella Club. Aquel 18 de julio, víspera de su aniversario, don Jaime apareció a medianoche montado en un Mercedes descapotable prestado. Los 900 invitados, como se puso tan de moda después en Ibiza, debían ir vestidos, como el vehículo, de blanco. El aristócrata se atavió como acostumbraba, con un traje níveo acompañado de pañuelo al cuello, clavel rojo en la solapa y una sucesión de medallas de oro, junto a un monóculo, sin orden ni concierto sobre el pecho. El pelo, el bigote y la perilla negrísimos perfectamente engominados. En una mano un bastón y en la otra un puro.

Junto a su mujer, Margit Ohlson, el homenajeado fue recibido al ritmo de Las mañanitas. Los encargados de interpretar este tema popular mexicano fueron Los Bohemios Paraguayos, un curioso dúo formado por Simón López y Pedro Ortega Páez y especializado en amenizar fiestas privadas organizadas por o para "muchi-millonarios" de distinta calaña aunque también grabaron varios álbumes de estudio y una canción acompañando a Pepa Flores "Marisol".

Entre los bronceadísimos asistentes se encontraban el propietario del patio de recreo, Alfonso, y su hermana Teñu de Hohenlohe-Langenburg, Pitita Ridruejo y su marido el diplomático filipino Mike Stilianopoulos; la princesa iraní de los ojos tristes y la mirada achispada Soraya; la actriz Ira von Fürstenberg; la maniquí Naty Abascal; la diseñadora Tessa de Baviera y el tenista Manolo Santana acompañado de su entonces esposa la recientemente desaparecida Mila Ximénez.

El champán debió servirse caliente, porque según la colaboradora televisiva, en Marbella la bebida francesa siempre estaba poco refrigerada. Don Jaime, como recogía Paco Umbral en su columna de El País, prefería Cutty Sark “que es más suavecito”. ¿Se consumió droga en el festejo? Con toda seguridad, como admitió el protagonista poco después: “La droga está por todos los lados del mundo. Es mundial, ya no se puede hacer nada contra ella”.

Para no variar, los que más bailaron aquel jueves noche, y hasta la madrugada, fueron Gunilla von Bismarck (bisnieta del canciller alemán) y su pareja Luis Ortiz, miembro de los conocidos como Los Choris, un cuarteto de empresarios nacido bajo el ala de Jaime de Mora y que llegó a gestionar una decena de negocios que fueron cerrando “porque nos lo bebíamos todo e invitábamos a mucha gente”, según reconoció Yeyo Llagostera a Vanity Fair en 2019. Tampoco faltó a la fiesta de Jaime algún mandamás de Oriente Medio, que se había asentado en Marbella atraído por el príncipe heredero Fahd de Arabia Saudí, que disfrutaba de varias villas en Marbella.

Este cumpleaños de don Jaime de Mora y Aragón coincidió con el final de un capítulo de Marbella que estaba más que preparada para inaugurar el siguiente. Las familias de rancio abolengo, purgados sus pecados por el benévolo paso de los siglos, se retiraron a sus villas de fachadas encaladas y a sus jardines con buganvillas en cuando aparecieron en la escena marbellí las nuevas fortunas de origen dudoso. Irrumpió entonces Jesús Gil en el vergel para importar el modelo turístico de masas de Benidorm.

Don Jaime, que falleció una década después, el 26 de julio de 1995, se adaptó al gilismo (el presidente del Atlético de Madrid entendió que era más fácil –y rentable– levantar bloques de pisos si se hacía con el sillón de alcalde) aceptando la jefatura de la Oficina de Turismo de Marbella.

De Mora y Aragón también quiso ser edil, como confesó en su libro Blanco y Negro, publicado en 1976. “El año que viene presento mi candidatura para alcalde de Marbella”. Trece años después rectificó en Canal Sur admitiéndole a Andrés Caparrós que ese oficio no estaba hecho para su coquetería: “Muchos amigos míos que han sido alcaldes y han salido los pobres con canas en la barba, con canas en el pelo es… que es muy duro ser alcalde de Marbella”.

En la obra en prosa se resumía así: “Adoro mi casa. Toco el piano. Escribo versos. Escucho música. Juego con mis perros. Contemplo con gusto mis olivares y mis viñedos. Duermo cinco horas. Echo la siesta entre dos y tres horas. No tengo ningún plato preferido. Me gusta tomar leche de cabra, pero más todavía el café con mucho azúcar. Tengo barriga y barba. Creo en Dios. Evito el estrés. Gano mi dinero con mi discoteca. Me siento más cerca de las personas sencillas que de los ricos complicados. Quiero a mi mujer. Por amor a ella no bebo más alcohol”.

Marbella le pagó los servicios prestados con una avenida que lleva su nombre, don Jaime de Mora y Aragón, y sus colegas lo despidieron en su funeral, celebrado en la parroquia de la Virgen Madre, como él mismo había exigido, entonando el Cuando un amigo se va de Alberto Cortez.

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