El fútbol femenino también existe: hablamos con Deyna Castellanos, jugadora del Atlético de Madrid, "Siendo mujer y futbolista, es complicado asegurarse un futuro tranquilo"
El 17 de marzo de 2019, más de 60.000 personas el partido Atlético de Madrid–F.C. Barcelona siguieron en el Wanda Metropolitano. Sobre el campo no estaba Messi, ni desde el banquillo daba órdenes Simeone. Lo disputaban los equipos femeninos de ambos clubes, dos de los 18 que forman parte de la Primera Iberdrola. En una temporada 2020-21 marcada por la situación sanitaria y la incorporación del Real Madrid, el gran protagonista es el convenio colectivo suscrito por jugadoras y clubes, que sienta las bases de la profesionalización de este deporte. Indemnizaciones por bajas, renovaciones automáticas en caso de maternidad y un primer paso para acabar con la desigualdad salarial que existe respecto a los hombres. En juego está mucho más que un título.
Deyna Castellanos: «Siendo mujer y futbolista, es complicado asegurarse un futuro tranquilo»
Firmó su primer contrato profesional el pasado enero, pero ya es una de las principales figuras del Atlético de Madrid. Porque Deyna Castellanos (Maracay, Venezuela, 1999) no es solo una de las jugadoras con mayor proyección a nivel mundial (fue nominada al premio The Best con solo 18 años y ha sido candidata al Premio Puskas al mejor gol del año), sino también una de las más mediáticas: a su cuenta de Instagram (@deynacastellanos) se asoma un millón y medio de personas y su página web (queendeyna.com) recoge sus logros, mientras la define como “más que una jugadora de fútbol… una leyenda a nivel juvenil y un modelo a seguir en todo el mundo”.
En Madrid, su popularidad no ha parado de crecer –“Los fans del Atlético están pendientes de nosotras y ya saben quiénes somos”, asegura– pero aún queda lejos de la que tiene en su país: “Cuando vuelvo a Venezuela, lo hago sin avisar a nadie más que a mi familia. Si supieran de mi viaje, me pedirían autógrafos en cada esquina”. El Mundial Sub-17 de Costa Rica de 2014, donde ganó la Bota de Oro como máxima goleadora, catapultó su fama, pero es consciente de que aún le queda mucho por conseguir. “Siempre pienso que no he logrado nada y, si se me suben los humos, mi familia rápido me los baja”, dice riendo.
Con mucho esfuerzo, ha cumplido un sueño que empezó a los cinco años, cuando dio sus primeros toques durante los entrenamientos de su hermano Álvaro. Un entrenador reparó en su potencial. “Mi madre me acompañaba a escondidas”, cuenta. Hasta que un día su padre se la encontró preparada para disputar un partido. “Desde ese momento, jamás me ha faltado su apoyo”.
Ella se habituó a callar con su juego los comentarios de compañeros, rivales y padres, y compitió con niños hasta que a los 12 años llamó la atención del seleccionador de Venezuela. Luego se mudó a Florida para estudiar el Bachillerato gracias a una beca y seguir entrenando. Ahora su aventura continúa en Madrid. “En la última década se ha avanzado mucho en los salarios, pero tenemos que enfocarnos en mejorarlos. Siendo mujer y futbolista, es complicado asegurarse un futuro tranquilo”.
Leila Ouahabi
El parque de su casa, en Vilassar de Mar (Barcelona), fue testigo de los primeros pasos de la lateral izquierda del F.C. Barcelona y la Selección. A pesar de que Leila Ouahabi nació en Mataró en 1993, sus raíces marroquíes han marcado decisivamente un carácter y un carisma que la han convertido en líder. Su familia de Tánger ayudó a acabar con ciertos prejuicios. “En Marruecos igual no habría jugado, aunque nunca se sabe… Pero seguro que me habría costado mucho más”.
Trabajar y entrenar a la vez me ayudó a madurar”.
Su madre, cocinera en el comedor del colegio al que acudían Leila y su hermano Nabil, se acostumbró a ver cómo su niña jugaba al fútbol con otros compañeros en el patio. “No le gustaba mucho al principio, la verdad; pero ahora es mi fan número uno”, reconoce. Leila conoce muy bien los peajes que hay que pagar para llegar a la élite. “Trabajaba muy duro durante ocho horas en un comedor, como mi madre, y luego me iba a entrenar. Fue una etapa en la que maduré mucho. Hay que pasar por esas cosas”, reconoce. En 2006 tuvo que tomar una decisión difícil: atender la llamada de la Federación de Marruecos o debutar con la Selección Española. Optó por lo segundo y gracias a eso ha disputado, entre otros grandes torneos, el Mundial de Francia 2019, donde nuestro equipo hizo un papel histórico pese a caer en octavos ante la poderosa Estados Unidos, liderada por Megan Rapinoe.
Asentada en el F.C. Barcelona, disfruta ahora de un club que “ha hecho una tremenda apuesta por el fútbol femenino”, aunque no se olvida de que hace muy pocos años entrenaban en unas condiciones muy diferentes. “Teníamos que ir hasta Hospitalet y apenas había iluminación en los campos mientras entrenábamos. Ahora, en cambio, estamos a la altura de los grandes clubes de Europa”. Como veterana –sexta temporada en el Barça y novena como profesional–, observa a las nuevas generaciones de jugadoras sabiendo que no parten de cero. “Vienen preparadas y saben los sacrificios que hemos hecho para llegar hasta aquí; el futuro está asegurado”, asegura.
Eunate Arraiza
En su diccionario no existe la palabra imposible. Con un 30% de capacidad auditiva, es la única futbolista profesional con esta discapacidad en la Liga Iberdrola. Pieza angular del Athletic Club de Bilbao, lleva audífonos desde los dos años y un implante coclear en el oído izquierdo, pero eso no le ha impedido disputar la Champions League y vestir la camiseta de la Selección absoluta.
A Eunate Arraiza (Biurrun, 1991) le ha tocado remar el doble, pero ese “extra” ha forjado su personalidad dentro y fuera del terreno de juego. “Cuando era muy pequeña, mis padres me llamaban y yo no contestaba”, explica. Sus clases en el colegio iban siempre acompañadas de sesiones con logopeda antes de ir a entrenar. A sus espaldas, días y días de sacrificio para aprender a hablar, leer y escribir. “He tenido que trabajar mucho, siempre me he esforzado tres veces más que el resto”.
Mejoras cuando te sientes profesional las 24 horas del día”.
Su carrera deportiva empezó en el club de su alma, el Lagunak, con el que debutó en Primera División con solo 14 años. Seis años después llegó la llamada del Athletic. “Acabábamos de conseguir la permanencia cuando me dijeron que habían preguntado por mí. Me costó mucho decidirme, fue un verano horrible por los nervios, pero al final tenía que aceptar”, recuerda. Pasó de la petaca y el cable bajo su uniforme del Lagunak, al implante coclear y la elástica rojiblanca. “El implante lo llevo siempre, salvo en días de tormenta y lluvia, que me lo guardan para que no se estropee. En mi día a día no es impedimento para nada, pero en el campo sí que tengo que estar más atenta a los gritos de mis compañeras o a las árbitras, a las que a veces no oigo”.
Su ejemplo de inclusión llamó la atención de la FIFA, que en diciembre de 2018 la eligió en su campaña #EqualGame (#JuegoIgualitario) como referente en accesibilidad y diversidad funcional en el fútbol. “Si mi experiencia puede ayudar a alguien y servirle de espejo, eso es algo que me llena de fuerza”, asegura con sentido de la responsabilidad social.
Con dos Grados Superiores, el curso de entrenadora completado y en camino de lograr el certificado B2 del Lenguaje de Signos, Eunate asegura que “mejoras cuando te sientes profesional las 24 horas del día”. Para conseguirlo, apuesta por hacer afición y ganar visibilidad. “Es fundamental para acabar con este desequilibrio, la manera de generar más ingresos, algo en lo que se ha avanzado muchísimo en estos años”.
Maitane López: «La mayoría estudiamos para tener un colchón después de colgar las botas».
Una de las principales sagas deportivas guipuzcoanas, los López Rekarte, tiene continuidad ahora en la Liga Iberdrola. Y con uno de los fichajes estrella de la temporada: del Levante a la Real Sociedad, Maitane López (Murcia, 1995) cumple además el sueño de una niña que se arropaba con sábanas txuriurdin. Hija, sobrina y nieta de futbolistas, Maitane lleva en sus botas la historia de su abuelo Luis, su padre José Ignacio y sus tíos Luis María y Aitor. Aunque siempre hubo expectativas, ella marca un camino único: “No quiero ser conocida como “la sobrina de”, quiero ser yo misma –afirma rotunda–. Las mujeres futbolistas no venimos a quitarle el protagonismo a ellos, simplemente disfrutamos haciendo lo que nos gusta”.
Con la asignatura pendiente de jugar en Anoeta, se pone nerviosa cuando recuerda cómo la colaban en el hotel de concentración de su equipo del alma: “Yo veía a Xabi Alonso y alucinaba. Quería ser como él, llegar ahí”. Hoy, pocos años después, se entrena en las mismas instalaciones que utilizaba su ídolo.
Si algo ha aprendido de su familia es la cautela para contemplar lo que está viviendo. Su padre le dijo que el fútbol “no es tan maravilloso como lo pintan”, y esa idea no la ha perdido de vista durante su trayectoria ascendente, desde equipos modestos como Ciutat de Palma o Collerense, y la ha llevado a vestir la camiseta nacional con 25 años. “Empecé en un club en el que ni cobraba. Cuando fiché por el Levante y vi que allí me lavaban la ropa, no daba crédito. Ni te cuento ahora”.
Maitane ha vivido un cambio que define como “brutal” y que se ha reflejado este año en la firma del convenio colectivo de las jugadoras, un acuerdo que sienta las bases para que el fútbol femenino se profesionalice definitivamente. “Son pasos importantes para acabar con la desigualdad”, destaca. Reconoce que todavía queda mucho camino por recorrer para equipararse con sus colegas varones. Como por ejemplo, tener un futuro tras colgar las botas. “La mayoría estudiamos para tener ese colchón porque ellos tienen mayores ganancias durante su trayectoria deportiva. Yo acabo de terminar la carrera de Pedagogía Terapéutica y no me detengo, sigo estudiando. Sin ese colchón económico, nosotras apostamos por un colchón formativo”.
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