Greta Thunberg y la voz activista de la Generación Z

Disponen solo de un arma tan aparentemente inofensiva como su voz, pero eso les ha bastado para poner en evidencia a los líderes mundiales. Empezaron siendo un puñado de niños, que ya se han convertido en una legión, y su poder de movilización va muy en serio. El movimiento Fridays For Future, que Greta Thunberg inició en 2018, cuando tenía solo 15 años y era una jovencita sueca desconocida, ya se ha replicado en 270 países y sigue alzando la voz para exigir un futuro mejor. O, al menos, un futuro.

La desconfianza que sienten respecto a las instituciones y los gobiernos les ha hecho ponerse a los mandos de esta protesta global para intentar gestionar su futuro. Y aunque no son solo activistas medioambientales –también luchan por la visibilidad de los pueblos indígenas y los derechos sociales–, su defensa del ecosistema es el pegamento que les adhiere. Porque, sencillamente, si no hay planeta no hay nada que reivindicar.

Porque lo sorprendente, y de lo que no había precedentes, es que este es un fenómeno global comandado por menores. Son ellos quienes están llevando la voz cantante. Daniel Romero-Abreu, presidente y fundador de Thinking Heads, consultora especializada en el posicionamiento personal, cree que la clave para que se haya gestado está en el caldo de cultivo que hay en la sociedad. “Para llamar a la movilización tiene que darse una tensión entre lo racional y lo emocional, que es lo que genera este impulso, y aquí se da. Pasar de las palabras a los hechos es difícil, y los políticos se habían quedado ahí atascados. Esa es la grieta por la que se ha colado Greta Thunberg. Ella no inventa nada, se vale de los argumentos de los científicos y los convierte en un discurso divulgativo simple que toca el corazón. Esto mismo lo intentó hacer el exvicepresidente norteamericano Al Gore, pero fracasó porque formaba parte del establishment, es decir, del problema”, apunta.

Los padres enseñaban valores a sus hijos. pero ellos han subvertido el orden establecido”.

marta pérez dorao

Marta Pérez Dorao, presidenta de la fundación Inspiring Girls, coincide en el diagnóstico: “El ecologismo es una preocupación latente en este segmento de la población. Greta Thunberg ha sabido conectar con un tema que preocupa a los jóvenes y que está en el punto de maduración justo para que esta generación tomara el relevo y liderara la iniciativa, algo que los adultos no han hecho hasta ahora por intereses puramente económicos”.

Ellos forman la llamada Generación Z, que a diferencia de sus antecesores, los millennials, huyen del hedonismo y el consumismo desaforado. Muy al contrario, hacen gala de una conciencia ecológica desde muy pequeños. La activista madrileña Paula Mancebo, que acaba de entrar en la veintena, es un claro ejemplo. A los 16 años, cuando cursaba Bachillerato, su profesora de Biología decidió destinar los últimos 10 minutos de cada clase a hablarles de ecología. Ahí empezó todo. “Cambié de hábitos, lo que no me han supuesto una gran renuncia. Solo uso ropa de segunda mano, no voy en avión ni en coche, soy vegana y no compro nada envasado en plástico, papel o vidrio, solo a granel. Vale, no como cosas que me apetecen, pero tampoco es una prioridad. Y he convencido a mi madre para que lleve siempre una bolsa reciclada, y he conseguido que cambie el detergente para lavar los platos por una pastilla de jabón…”, detalla.

Y es que ahora son los hijos los que reprenden a sus padres cuando derrochan recursos. Asistimos a una inversión de papeles en la que los jóvenes están asumiendo importantes responsabilidades. ¿Podría esto pasarles factura, acelerar su madurez a costa de privarles de experiencias propias de su edad? No lo cree Javier Urra, miembro de la Academia de Psicología de España y profesor de la Universidad Complutense: “El futuro es suyo y tienen que plantear con fuerza sus ideas, pero también deben seguir siendo jóvenes. La adolescencia es un momento de mucha ingenuidad”. El que fuera Defensor del Menor de Madrid añade: “Su conciencia climática es muy encomiable. A esa edad piensas que puedes cambiar el mundo, pero debes ser consciente de las expectativas para no frustrarte. Lo importante es que no se dejen manipular ni avasallar, y que mantengan una actitud crítica. Y si en el futuro sufren una metamorfosis y ya no son tan combativos, no pasa nada; es parte de la evolución personal”.

Pero su cambio de rol no es del gusto de todos, como explica Marta Pérez Dorao, de Inspiring Girls: “Tradicionalmente los padres enseñaban valores a sus hijos; era algo unidireccional, pero ahora es bidireccional. Los jóvenes han subvertido el orden establecido, están sacudiendo las conciencias de los poderosos y me temo que de ahí proviene la campaña de desprestigio en su contra”.

De hecho, algunos han aprovechado la teatralidad de Greta Thunberg, abroncando sin tibiezas a la clase política, para desacreditarla. Algunas de sus frases, como “Me habéis robado mi infancia” o “No quiero que tengas esperanza, quiero que entres en pánico”, han servido a sus detractores para criticarla. Incluso Donald Trump quiso ridiculizar su figura con sus mensajes de Twitter y, de paso, reafirmarse en su negacionismo del cambio climático.

¿Que Greta ha tenido el apoyo de grupos ecologistas? ¿Y qué? eso no cambia nada”.

Lourdes Gaitán

También hay quien sugiere que Greta, y por extensión los jóvenes que la siguen, están siendo manipulados por algunos gobiernos, en una campaña de greenwashing [lavado de imagen verde] sin precedentes. Ambas reacciones, según Lourdes Gaitán, doctora en Sociología y miembro fundador del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA), ponen de manifiesto prejuicios arraigados. “No hay una manipulación ni un fin utilitarista. Esa opinión está reflejando la adultocracia existente, una posición que coloca a los niños como seres desvalidos, les infantiliza o, por el contrario, mantiene una actitud paternalista con ellos y que, en cualquier caso, les niega la posibilidad de pensamiento propio. Parece que, hasta que alcancen la mayoría de edad, deben mantener una actitud pasiva, de espera e inactividad. ¿Que Greta ha tenido apoyo de grupos ecologistas? ¿Y qué? Eso no cambia nada”, sentencia.

Para Paula Mancebo, sin embargo, sí importa dejarlo claro: “A mí nadie me ha manipulado. No hago esto por dinero ni por fama, lo que quiero es cambiar las injusticias. Greta es una inspiración, pero estos son movimientos horizontales que se están produciendo en todo el mundo y en los que no hay líderes”.

Joel Peña, activista mapuche –pueblo indígena de Chile y Argentina– tiene 20 años y coincide con este análisis. Su movilización nace de su historia vital. Cuando tenía nueve años, la erupción de un volcán arrasó su aldea, en la Patagonia chilena. Todos los habitantes que pudieron ser rescatados fueron llevados a otra población, pero la separación de su Madre Tierra, de su hogar, resultó trágica para la mayoría. “Muchas personas entraron en depresión o se suicidaron, porque habían sido extirpados del ecosistema en el que vivían y que formaba parte de ellas. Aquello me marcó y decidí que tenía que hacer algo por la sociedad. Así que a los 17 años creé la organización Chile Protegido para preservar nuestra biodiversidad”, cuenta.

Como él, miles de jóvenes han demostrado que la pasividad no va con su forma de ser y se han significado con causas que les han tocado de cerca. En España, más de 11.000 niños integran los Consejos de Participación Infantil y Adolescente de pueblos y ciudades. Y fuera de nuestras fronteras, algunos nombres han cobrado notoriedad con sus iniciativas. En Estados Unidos, por ejemplo, Emma González ha puesto en marcha el grupo Never Again para promover el control de armas y, en Alemania, Felix Finkbeiner creó en 2007, con nueve años, Plant for the Planet, que ha promovido la plantación de más de 15.000 millones de árboles. Las movilizaciones que abanderan los niños tienen un impacto muy positivo, pero, aun así, ninguno de ellos, ni siquiera Malala Yousafzai, que a los 14 años recibió el Premio Nobel de la Paz, ha provocado la onda expansiva de Greta y sus trenzas.

Ahora falta por ver si todas estas acciones idealistas tienen, además de la capacidad de movilización, un papel transformador. ¿Quedarán solo en un derecho al pataleo y un tirón de orejas a las élites? En diciembre, los jóvenes que participaron en la Cumbre del Clima de Madrid se marcharon con mal sabor de boca. La respuesta de los dirigentes a sus peticiones fue el equivalente a: “El año que viene, si os portáis bien, igual os regalamos algo de lo que nos pedís”.

Pero ellos insisten en que libran la batalla del planeta, que estamos convirtiendo en una bomba que puede estallar si no desactivamos el cambio climático. Y no están dispuestos a rendirse. “Tenemos que ser constantes para que esto no se quede en una marea. Nuestro papel es sensibilizar. No podemos tomar decisiones, pero sí seguir haciendo presión”, apunta la activista Paula Mancebo. Concienciar es su labor, y en eso están de acuerdo los jóvenes que impulsan movimientos reivindicativos por todo el mundo.

Como la filipina Marinel Ubaldo: cuando tenía 16 años, el tifón Yolanda arrasó su comunidad y dejó a miles de personas en la calle. Ella empezó a recorrer las escuelas de su país y los foros de medio mundo para hablar de la emergencia climática desde su experiencia personal. “He vivido una tragedia horrible –cuenta desde Roma, una escala de su viaje reivindicativo– y no quiero volver a ver a nadie perdiendo la vida por los desastres naturales provocados por el hombre. En mi país sufrimos más de 20 tifones al año y eso no es normal. Pedimos a los adultos que dejen de hablar y hagan algo, que el Acuerdo de París contra el cambio climático no se quede en nada. Los jóvenes somos víctimas, pero queremos liderar un cambio”.

La socióloga de la infancia Lourdes Gaitán admite que la capacidad de esta generación se queda en espolear conciencias, lo cual no es poco. “Estas iniciativas son como bengalas que se encienden y se apagan, aunque quedarán brasas que periódicamente se reactivarán. Ellos han abierto una brecha en la coraza de los adultos, han creado malestar”. En el aire, una duda: ¿se pueden cambiar las cosas sin llegar al poder? “No os engañéis, la esperanza no vendrá de los gobiernos, sino de la sociedad civil”, sentencia Joel Peña.

¿La estrella nace o se fabrica?

Hay quien detrás del liderazgo de Greta Thunberg ve sombras que mueven sus hilos. ¿Cabe hablar de producto prefabricado? Arantzazu Martínez, responsable de Dirección Estratégica Digital y de Data de la consultora Yslandia, cree que “tiene un perfil perfecto y me cuesta creer que haya sido por casualidad, todo está muy armado”. Daniel Romero-Abreu, fundador de Thinking-Heads, disiente: “No creo que tener un equipo detrás haya sido determinante. Hay un elevado componente de azar”.

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