Harrison Ford, aquel carpintero al fondo de la foto
Casi todo el mundo sabe que, antes de ser el actor de cine más popular de varias generaciones , Harrison Ford fue carpintero. No hombre anuncio como Brad Pitt, ni dependiente de un videoclub como Quentin Tarantino, ni camarero como millones de actores en el mundo. Car-pin-te-ro.
No es un dato fácil de olvidar. Entre todas las profesiones a las que dedicarse para sobrevivir mientras se encuentra el éxito o la verdadera vocación, la carpintería exige cierta formación y, sobre todo, buenas dotes de pericia manual. Hay algo encantadoramente viril y anticuado en un hombre que se gana la vida con las manos. Los guionistas de Sexo en Nueva York lo sabían bien cuando hicieron que Aidan trabajase como restaurador de muebles y, entre otros talentos, supiese cómo acuchillar el suelo de parquet del apartamento de renta antigua de Carrie.
En una realidad en la que buena parte de nosotros trabajamos en cosas intangibles y alienados del resultado final, haciendo tareas que serían incomprensibles para nuestros abuelos, ser carpintero representa, además de obvias referencias cristianas, lo físico, lo seguro, lo fiable, una profesión honrada en un mundo demasiado acostumbrado a lo volátil y a las zarandajas. Y resulta que Harrison Ford, el actor entre cuyos papeles podríamos ir saltando tejiendo un tapiz sobre la evolución del cine en los últimos cuarenta años, lo fue, en un acto de poesía en la que todo encaja de esos con los que a veces nos sorprende la vida.
El problema era que apenas teníamos imágenes de aquello, sólo la historia oficial de que el joven compaginaba su profesión con pequeños papeles hasta que, mientras se empleaba en la obra en un estudio de cine, George Lucas se fijó en él y le propuso un papel en el futuro clásico melancólico adolescente American Graffiti en el 72. Hasta que en diciembre de 2015, coincidiendo con el estreno de El despertar de la fuerza, el músico brasileño Sergio Mendes rescató una imagen que publicó en su Facebook. Es esta:
“Antes de Han Solo, hubo un gran carpintero llamado Harrison Ford. Y aquí está, con su equipo, el día en el que terminó de construir mi estudio de grabación allá por 1970… Gracias, Harrison… la fuerza debe estar contigo”.
El efecto fue similar al que produjo la muy compartida en redes sociales imagen de Meryl Streep en el metro , sólo que aquí la historia que la acompañaba era real y las fechas coincidían. En el 70, Sergio Mendes era un músico ya reconocido en Estados Unidos, donde su versión del Mais que nada y su bossa nova cantada en inglés le habían granjeado un éxito considerable. Harrison Ford, “sólo” un carpintero cuyo buen trabajo y simpatía hicieron que al terminar aquellos días de trabajo en casa del músico, se sacasen una foto juntos haciendo el signo de la victoria en la mejor tradición de los ya extintos años 60. La foto es un instante congelado en el tiempo en el que uno de los protagonistas anónimos acaba por superar en fama al que en teoría era la estrella de aquel momento. Pero claro, miren de nuevo al anónimo joven de por aquel entonces 28 años. Una sonrisa de adamantium, unos oblicuos relucientes ya décadas antes de que se convirtiesen en el complemento imprescindible de cualquier actor joven y un pelazo incólume a los rigores del lijado de la madera.
Pasó el tiempo. Harrison Ford fue descubierto e hizo, sí, American Graffiti, pero también La guerra de las Galaxias, y se convirtió en un icono del cine, en Han Solo, en Indiana Jones. Tiró incluso de sus conocimientos de carpintería (amish) en Único testigo. Sergio Mendes siguió editando discos con regularidad. El mundo del reboot y las sagas multimillonarias exigieron que Ford retomara uno de sus papeles más famosos en el que fue el acontecimiento cinematográfico de 2015 y, quizá en un ataque de nostalgia, el músico decidió abrir el baúl de los recuerdos para compartir con el público esa coincidencia espacio temporal que desconocíamos.
Hoy el actor cumple 78 años, y de su intensa vida llena de emblemáticos papeles, queremos resaltar cómo incluso cuando era un desconocido ya brillaba en él ese algo intangible que nos ha regalado Harrison Ford. Tal vez no sea el actor más talentoso ni el más versátil del mundo, pero tiene algo que no se puede aprender ni disfrazar: el carisma arrollador de las auténticas estrellas.
Artículo publicado en Vanity Fair el 13 de julio de 2016 y actualizado el 13 de julio de 2020.
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