Javier Peña, el chef que acompaña a Tamara Falcó en su nueva aventura televisiva

Tamara Falcó no para. Desde su participación en la última edición de MasterChef Celebrity, la hija de Isabel Preysler ha seguido colaborando en diferentes programas de la cadena pública y también continúa con su trabajo como diseñadora de moda. Ahora se embarca en un nuevo reto profesional de la mano del chef vallisoletano Javier Peña en el espacio Cocina al punto en La 1. Juntos recorrerán nuestro país para mostrar a los espectadores la calidad y variedad del producto gastronómico nacional, sus lugares de producción, los agricultores y profesionales encargados de su producción y, por supuesto, las recetas más adecuadas para esos productos y la temporada de verano. Pero, ¿quién es el compañero de Tamara Falcó en esta aventura gastronómica?

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Javier Peña (41) era un total desconocido hasta que en 2014, de casualidad, participó en Top Chef, espacio que entonces buscaba en Antena 3 al mejor cocinero de España. Pero su pasión por la cocina le viene de familia. Sus padres siempre se han dedicado al mundo de la hostelería en Valladolid, ciudad en la que Peña nació en 1979. Ellos han regentado varios establecimientos muy populares como el Bar Pucela, en la céntrica Huerta del Rey, o la Taberna San Miguel, en la plaza del mismo nombre.

Cuando sus padres tenían que trabajar, se quedaba con su abuela y a ella la veía siempre entre pucheros, pelando patatas para hacer un guiso y amasando rosquillas de anís. De su abuela recuerda los aromas de la cocina, el olor a laurel y a pimentón (de bebé le untaban el chupete en agua con pimentón y eso se le ha quedado grabado) y el sonido de la radio de fondo.

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José Andrés, su gran referente

Pero fue a los 17 años cuando Javier tuvo que decidir qué hacer con su vida. No quería estudiar así que tras ver un recorte en El Norte de Castilla en el que se anunciaba un curso de ayudante de cocina, se animó a llevarlo a cabo por probar y desarrollar así su lado más creativo. Fue clave en su carrera. Comenzó a formarse en la entonces Escuela del Casino de Castilla y León en Boecillo, una localidad a unos 20 kilómetros de Valladolid. Entre sus profesores, Peña contó con chefs como Jesús Ramiro y Lorenzo González. Hasta ese momento, el joven aprendiz de cocina sólo conocía a Karlos Arguiñano y él era su único referente. Pero poco a poco descubrió la cocina molecular y empezó a tener como referentes a Martín Berasategui, Ferrán Adriá o Arzak. Eso sí, para él, su ejemplo a seguir es José Andrés por haber llevado la cocina española fuera de nuestras fronteras.

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De Mallorca a Filipinas o Brasil

Cuando terminó en la escuela de cocina decidió viajar para ‘hacer callo’ y trabajar donde podía. Aterrizó en Mallorca y allí pudo hacer sus primeras prácticas en el hotel Iberostar Cala Barca donde tenía que cocinar para los casi 2.000 clientes del alojamiento. Cogió muchas tablas y aprendió a trabajar duro para crecer profesionalmente. Después se marchó a Tenerife y más tarde a Ibiza, todos destinos turísticos en los que llegó a trabajar hasta medio año seguido sin descansar ni un solo día. Tras pasar por Toledo, volvió a Valladolid para colaborar con Lorenzo González, el que había sido su maestro, en el hotel AC Palacio de Santa Ana, donde estuvo cinco años.

Entonces se decidió a abrir su propio negocio, La teta y la luna, junto al sumiller Alberto Polo en el barrio de Villa de Prado. Pero como Javier es un hombre inquieto, siguió apostando por los viajes para conocer mundo y cómo se hacen las cosas en las cocinas de otros países. Se marchó a Filipinas (donde aprendió inglés en una pequeña escuela en una barriada donde vivían sus compañeros de hotel) y luego a México y a Brasil, donde daba asesoramiento a restaurantes y trataba de ‘colar’ en sus cartas productos típicos de España como el pincho de lechazo o los pimientos rellenos de bacalao.

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En Top Chef por una discusión

A su regreso a su ciudad natal, Peña montó el Bar La Candela, local que luego dejó y al que volvió a los mandos tras su paso por el programa de televisión. En 2016 fundaría un nuevo concepto de ‘cocina canalla’, como a él le gusta llamar a su forma de mezclar sabores y tradición y modernidad en los fogones, con Sibaritas Klub, situado en la azotea del Museo de la Ciencia de Valladolid y que propone menús degustación que no dejan indiferentes a los comensales.

Dos años antes, tras una discusión con su socio, Peña leyó un tuit de Alberto Chicote en el que anunciaba el plazo para inscribirse a Top Chef. Decidió apuntarse… y le cogieron. Pasó todos los cástings y llegó a ser finalista del concurso de cocina de Antena 3. A partir de ahí, además de montar su nuevo restaurante, también participó en otros programas como Lo Siguiente o Comerse el mundo, donde fiel a su pasión por los viajes, nos enseñó las cocinas de otros países.

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El rugby, su otra pasión

La cocina es su modo de vida y lo que más llena a Javier Peña, pero el rugby es su otra afición desde que era niño. Jugó en varios equipos como profesional y decidió dejar la práctica para centrarse en su carrera como cocinero. Pero en 2015, regresaba de manera parcial a jugar y además se convertía en patrocinador y socio del Club Rugby Arroyo de Valladolid para ponerlo a la altura de los grandes equipos de la ciudad, el Quesos Entrepinares y El Salvador. Los tatuajes que recorren todo su cuerpo (entre otros un porrón de vino, una raspa de pescado y un escorpión) son su seña de identidad, le encanta ir al gimnasio casi a diario y es habitual verle moverse en moto por la ciudad, ya que es motero de corazón.

Pese al ritmo de vida que lleva sin parar casi ni un día en casa, Peña asegura que su mayor placer es estar con sus sobrinos (él está soltero), tumbarse en el sofá a ver un documental de Canal Historia, Juego de Tronos o El Padrino, su película favorita desde joven, y que incluso le encanta planchar porque le ayuda a desconectar, algo que consigue también con cualquier canción de U2. Eso sí, el papeleo o ir a médico no le gusta nada. A la hora de sentarse a comer no le gusta que el chef se tire varios minutos explicándole los platos y prefiere que el comensal saboree la creación y saque sus propias conclusiones.

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Sus platos favoritos son desde un buen guiso de chipirones en salsa hecho por su madre a unas patatas con bacalao, aunque reconoce que en casa tira de bocata o unos noodles para cenar (bromea diciendo que cena poco porque si no “no le entran los gin tonics”) y que lo único a lo que él dedica tiempo personalmente es al desayuno donde no falta el café y las tostadas con aceite de oliva y es su momento de desconexión y de leer la prensa sin el móvil cerca. ¿Algo que no soporte? La lengua de ternera desde que era pequeño, porque dice que es “un trauma infantil”.

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