La intimidad y los intereses espurios
En Facebook tengo muchos contactos. No todos son amigos. Llamar «amigo» a quien conoces en una red social es un tanto descabellado. Algunos sí lo son en el mundo real, e incluso tengo a algunos familiares, pero son pocos. Nadie tiene 800 amigos “reales”.
Hace un par de años uno de esos amigos -un contacto reciente por aquel entonces, con quien apenas había intercambiado un par de comentarios y me gustas– me incluyó en un mensaje de grupo, explicando que había caído como un idiota en las redes de un grupo de extorsionadores, que tenían un vídeo suyo masturbándose (vídeo que era para una mujer preciosa que resultó que sí estaba interesada, pero no en su pito, sino en su cuenta corriente), y nos pedía de antemano disculpas por si alguno de sus contactos recibíamos el porno-vídeo.
Lo primero que hice fue compadecerme de su candidez, y después tranquilizarle, comentando que en cuestión de material, vista una vistas todas, que nadie se iba a escandalizar ni a mirarle mal por eso. Una hora tonta la tiene cualquiera.
Porque la mayoría de las veces es eso: un momento de estupidez y una cámara grabando. Es cuanto se necesita para hundir la reputación de una persona.
Algo que no debería suceder si todos tuviéramos normalizado el respeto a la sexualidad y la intimidad ajenas. Pero aún se sigue utilizando como arma de acoso, de extorsión, y hasta como argumento moral para un despido.
Dentro de la gravedad del asunto, un despido puede ser tremendamente lamentable pero no tan terrible como el suicidio de una persona, no hace tanto, por exactamente el mismo motivo. Lo que marca la diferencia de un caso a otro es si te apoya tu familia y entorno o no. Es lo que hace que sea algo abochornante (y pasajero) o un agujero del que no ves salida posible.
Los extorsionadores son delincuentes, y al fin y al cabo el chantaje es solo una de sus vías de negocio, pero los intereses espurios que se esconden detrás de alguien que difunde un vídeo sexual de otra persona, la mofa por la mofa, se me escapa.
Recordemos, una vez más (parece que aún no han sido suficientes), que difundir estos contenidos es un delito tipificado en el artículo 197.7 del Código Penal.
El cotilleo y la doble moral que se asientan todavía en nuestro ADN son el entorno perfecto para este tipo de comportamientos, porque el que difunde es un delincuente, pero si denunciáramos cuando nos llega algo así, en vez de mirar para otro lado, la burla y el escarnio no tendrían lugar.
///////////////////
PREGÚNTALE A PEPA
¿Tienes un dilema sentimental que no puedes contar en tu entorno? ¿Necesitas compartir tu historia o desahogarte con una desconocida? ¿No tienes ni idea de cómo empezar a utilizar una app para citas y quieres consejo? ¿Te apetece ponerme a caer de un burro? ¿Te ha pasado algo digno de salir en nuestras SITUACIONES BOCHORNOSAS? No te cortes, escríbeme a [email protected], o por Twitter a @amorentinder, o en Instagram a @amorentinder, o en Facebook a Pepa Marcos – El amor en tiempos de Tinder
Fuente: Leer Artículo Completo