La vida de Pepa Flores fuera de los focos: meditación, potaje y paseos con su hermana
Octubre de 2019. En la mesa de un restaurante malagueño se repite una pregunta: "¿Irá Marisol a recoger el Goya de Honor?", preguntan los invitados al Congreso de Periodismo de la Fundación Manuel Alcántara. “Pepa no irá”, replican los periodistas del lugar casi al unísono descartando llamarla por su nombre artístico.
Que Marisol sólo existe ya en el imaginario colectivo quedó claro en esa comida, también en la desaparición de aquella niña-chica-mujer prodigio que no vive escondida, pues aunque evita los focos, no evita la luz, que recibe directa en el lugar que eligió hace años: el Paseo de la Farola del barrio de La Malagueta, una lengua de tierra que se cuela en el Mediterráneo.
Allí saca a su perro, pasea con su pareja de más de dos décadas, Máximo Stecchini, y se la puede ver con su hermana Vicky, casi la única, además de sus hijas, con quien comparte su rutina diaria en un enclave desde donde se ve el muelle de los ferris que van a Melilla, el bloque de La Equitativa, edificio que albergaba en tiempo una compañía de seguros, o la catedral de Málaga. No es un rincón oscuro, al contrario: es de los más luminosos del Mediterráneo y por él camina ella casi a diario, siempre con gafas de sol y apenas molestada por sus vecinos.
Potajes, gallinas y respeto
Su casa en La Malagueta, muy cerca de donde vivió el poeta Jorge Guillén, es un buen lugar para la meditación, algo que practica desde hace años, según Antonio Montiel. El pintor que más la ha retratado asegura que Flores está muy interesada en todo lo referido a la superación personal y tras más de 40 años de amistad, se atreve a asegurar que su retirada de los focos es muy coherente. “Nunca tuvo vocación de artista. Siempre me ha dicho que a ella le gustaba cantar y bailar, pero no tenía esa vocación de dedicarse en cuerpo y alma. Ser una estrella a tiempo completo le vino, de alguna manera, impuesto desde fuera”.
¿Y cuál es su vocación entonces? Montiel cree que, al menos en la actualidad, ser ama casa, básicamente porque nunca pudo gozar de espacio propio y tranquilidad. “Le encanta cocinar, hacer potajes, disfruta con esas cosas”, explica a Vanity Fair. Es lo que hace también en la casita que se compró en la comarca de la Axarquía, donde cuida de sus animales, incluidas algunas gallinas. “Esa era su ilusión y lo logró. Eso sí, cada vez sale menos, y de viajar, ni hablemos porque como ella dice, ya pasó suficiente tiempo con las maletas arriba y abajo”, cuenta Montiel.
¿Rebeldía o hartazgo?
Que sus paisanos la entienden mejor que la opinión pública queda claro hablando con varios de ellos: “No quiero traicionar su decisión de estar callada”, dice uno de esos malagueños que la conoce a ella y a sus hijas desde hace décadas. Es el mismo que relata que el hecho de que Flores no dé entrevistas ni aparezca, no le parece a él fruto del hartazgo ni de un trauma, sino de una rebeldía. “Pepa es Pepa, dueña de su vida, radical a estas alturas, pero con alma de artista, aunque la haya guardado en su baúl de los recuerdos”.
Montiel cree que su amiga está más que reconciliada con todo lo malo que pudo pasarle en el mundo del showbusiness. Ahora bien, el modo en que la opinión pública fulminó su credibilidad cuando decidió desprenderse de su estatus de símbolo franquista y mostrar sus ideas, no se olvida fácilmente. "Ella intentó otra carrera y no le hicieron ni caso. Cuando se alió con Juan Antonio Bardem para hacer otro tipo de cine, le dieron la espalda, quizás por eso cuando yo la veía y le daba recuerdos de este o aquel compañero de profesión, ella me respondía: ‘No me des más recuerdos de gente que me quiere mucho porque ya no estoy activa’”.
Ese rechazo a tanta loa por parte de la profesión no es fruto de la paranoia. Cuando estrenó Mariana Pineda en televisión se convirtió en la actriz mejor pagada de España, pero no solo la crítica le dio duro: "En una encuesta realizada por un periódico entre sus compañeras muchas opinaron que no merecía ese caché". Eso no quita, dice Montiel, que elGoya de Honor le haga muchísima ilusión. "Es muy agradecida y cuando la gente la recuerda o le dan las gracias, se pone muy contenta, le da vida", cuenta el artista.
Ni Salinger ni Banksyy
Una persona muy activa en la vida cultural de Málaga que no quiere dar su nombre considera que en la retirada de Marisol pesó mucho el hecho de que poca gente aceptara el cambio de estilo y de carrera que ella quería. "Es más cómodo para las personas moverse con estereotipos y todos tenían en la cabeza a la niña rubia, bonita, que cantaba canciones inofensivas. Ella quiso cambiar, en un gesto que me parece impecable incluso ideológicamente, y no esaban dispuestos a permitírselo". Por eso esa misma fuente considera que el silencio de Pepa Flores es una petición a gritos de respeto. "Porque apartarse fue voluntario, un ejercicio de enorme dignidad, pensado. Ella no fue nunca una muñeca rota".
Flores no es J.D. Salinger, no crea oculta en un bosque protegiendo su identidad o harta de la expectación. Tampoco es Banksy, que pinta y denuncia sin que sepamos quién es. Pepa Flores no es anónima, solo es normal, y si rehúye el foco no es para aumentar el morbo o el interés y así cotizar más alto, algo extraño en un mundo donde la celebridad cotiza en no pocas ocasiones más que la obra.
Tampoco ha vivido en ningún momento recluida. Cuando las estrellas se apartan a urbanizaciones de lujo, compran mansiones o contratan guardaespaldas suele ser porque quieren seguir siendo estrellas pero no molestadas. Pepa Flores sale a la calle cada día: pasea, toma algo en los bares, hace compras. Lo que no hace es vida social. “Hasta hace unos años era voluntaria en una asociación de enfermos de esclerosis múltiple, pero ya ni eso”, dice otra persona que la conoce. En esa entidad cedió una imagen suya para hacer una postal de Navidad y dio clases de castañuelas que sirvieron de terapia a los enfermos, para evitar que pierdan movilidad en las manos. También dirigía un coro de mujeres y una vez incluso les cantó, en privado, como hace ya desde hace tres décadas, pues ni siquiera fue al homenaje que organizó en 2012 en el Teatro Cervantes Javier Ojeda, líder de Danza invisible.
Respeto ganado
En su tierra nadie quiere importunarla. Es hermoso el respeto de quienes solo la conocen de oídas o de vista y no quieren apuntarse el tanto de decir nada. Periodistas e incluso artistas, como el joven que ha crecido admirando a Marisol y no quiere ni revelar dónde se toma el café. “Todo el mundo sabe quién es, pero nadie la molesta”, comenta a esta revista. No es algo nuevo, ni sucede porque el mundo haya olvidado quién es. Teodoro Leon Gross, periodista y profesor de la Universidad de Málaga recuerda que fue su “vecino” cuando él trabajaba en la redacción de Diario 16. “De eso hace más de 25 años y la veíamos pasear cada día por la zona, discretamente. La gente la reconocía y la trataba ya entonces con un respeto reverencial”, explica el hoy columnista de El País a esta revista.
"Reverencial", dice León Gross eligiendo una palabra clave en esta historia, pues si antes se admiraba su belleza, sus canciones y su desparpajo, ahora es la no-celebridad de Pepa Flores lo que provoca que se admire su coherencia como si fuera una obra de arte. Además, Pepa Flores podría haberse retirado lejos, a otro país o tierra adentro, pero lo ha hecho a la luz del día, cerca de los suyos, donde la conocen, como poniéndolos a prueba o dándoles otra oportunidad de que la tomen en serio. La fascinanción que causa es la de la paradoja: la de alguien que lo ha sido todo –no solo cantó, fue imagen de un régimen, historia de un país, producto, mito erótico, icono de moda, todo–y no quiere nada. Eso es lo que asombra.
En esa misma lengua de tierra donde vive Pepa Flores vive también Martía Victoria Atencia, poeta de la tierra y autora de dos versos que podrían explicar la opción de su paisana:
Levanté con los dedos el cristal de las aguas,
contemplé su silencio y me adentré en mí misma.
Todas las personas que han hablado para este artículo creen que no irá a recoger el Goya. Pero quienes más la han tratado destacan su fuerte personalidad y dejan espacio para la duda: "Con ella nunca se sabe…", dicen ellos de Pepa Flores, nunca más ya Marisol.
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