Llorar en redes da likes

Hace unos días, la youtuber Jordan Cheyenne, que tenía 539 k suscriptores en Youtube, tuvo que cerrar su canal después de subir sin querer un vídeo en el que animaba a su hijo a mostrarse más compungido ante la cámara por un problema con su perro y le enseñaba cómo dar más pena. Jordan ha suspendido todas sus cuentas y explicó que se sentía completamente defraudada consigo misma de haber llegado hasta ese límite por conseguir reproducciones. El vídeo no está colgado en su cuenta pero muchas personas se dedicaron a capturarlo ante su asombro.

La reacción ha sido tan desmedida ante su torpeza al subir un vídeo no editado que esta madre soltera ha tenido que abandonar las redes sociales (al menos un tiempo) para centrarse en su hijo y su vida.

Pero ¿y cuándo no es torpeza? No cabe duda de que prácticamente cualquier cosa que veamos en las redes sociales se perfila en nuestras mentes como algo a tratar con cautela, pues lo habitual es dar por hecho que se trata de un contenido cautelosamente medido y creado para generar una reacción. Su tuviéramos que describir el estado actual de las redes, que nacieron para mostrar los entresijos de nuestra vida privada con cercanía y naturalidad, lo resumiríamos en clave WhatsApp: “La credibilidad ha abandonado la conversación”. Lo que no sabíamos (y lo que resulta realmente preocupante) es que llegaríamos a tal extremo que incluso pondríamos en duda el comportamiento de algunas celebridades e influencers cuando se abren en sus redes, haciéndonos ver que cada vez son más cercanas a un diario personal que a un escaparate de ventas. Mientras que algunos consideran positivo que los privilegiados muestren su vulnerabilidad, hay quienes creen que tras las lágrimas hay más farsa y filtros que llanto.

“Habrá quien muestre su vulnerabilidad porque es así, pero por supuesto para otros, es parte de una estrategia. Habría que ver el contexto. De repente hemos pasado de un mundo híper glamuroso a mostrar siempre el ‘behind the scenes’. Los influencers saben que hay mucha gente que quiere ver lo que hay detrás de sus vidas, pero creo lo hemos llevado más allá al mostrar el llanto. Lo que me pregunto es cómo han pasado de la noche a la mañana, sin que haya una transición coherente, a llorar. ¿Qué ha pasado? ¿En qué momento de una vida tan guay nos ponemos a llorar? Quiero pensar que muchas veces este tipo de contenido se crea porque ayuda a conectar. Es algo que vende, y para los influencers es importante venderse a sí mismos como su marca personal. Cuanto más ruido hagan, mejor, porque al, aunque sea para cotillear, nos metemos en sus redes… ”, comenta Jaz Diaz, experta en marketing de influencia.

Hay a quienes este tipo de vídeos o imágenes les ayuda a conseguir mayor engagement y la empatía del público y quienes se ven obligados a borrar su contenido ante el escarnio generalizado, como fue el caso de Soraya Arnelas, que borró un vídeo en el que lloraba a causa del sufrimiento de los árboles afectados por Filomena en su jardín. Otros, como Miguel Herrán o más recientemente, Madame de Rosa, son apoyados por anónimos y por celebridades por mostrar sus momentos bajos. La influencer ha subido un vídeo en el que se lamenta ante las feroces críticas que muchos usuarios le han hecho por su delgadez. “Mi cuerpo es real. Antes de hacer un comentario en redes sociales piensa que detrás de la pantalla hay un ser humano. Nuestras palabras tienen consecuencias”, sentencia. «¿Tú estás bien contigo misma? ¿Te gustas? ¿Te sientes bien, con energía y salud? ¡Pues no necesitas más! ¡Gústate a ti! Para los demás nunca estarás perfecta… para unos demasiado delgada, para otros demasiado gorda… madre mía, qué manía la gente con machacar al prójimo», le comentaba Paula Echevarría, más que acostumbrada a recibir todo tipo de críticas diarias.

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La generación del ‘break down’ no teme mostrar a sus seguidores que se encuentran en un momento delicado, pero en ocasiones, las lágrimas se convierten en un imán de likes. ¿Se emocionan con el final de una película? Suben un selfie con la máscara de pestañas corrida. ¿Que tienen un mal día en el trabajo? Suben un vídeo lamentándose de lo ocurrido. Las lágrimas son tendencia entre la Generación Z, que ha encontrado en mostrar las dobleces de su vida la forma de generar engagement en un mundo en el que es cada vez más complicado resultar real. Sin embargo, en ocasiones hay quienes creen que se frivoliza con la depresión y con la ansiedad y quienes consideran que llorar forma parte de una estrategia más. “Al hablar de la gente que se mete con ellos, me gustaría señalar el hecho de que las redes sociales ya tienen una connotación de red social, porque has de tener un perfil para poder firmar, pero a su vez encierran cierto anonimato, porque en ellas nos creemos dioses y nos podemos atrever a criticar sin piedad a alguien. Cuando decides insultar, es porque el mensaje te ha llegado más adentro. Si comentamos, que es algo que en publicidad lo elevamos a una esfera de esfuerzo mayor que vale más caro, es porque tienes que haber reflexionado para hacerlo. Lo que hay que preguntarse es si ese mismo comentario lo harías cara a cara en una plaza rodeada de gente. Probablemente, no”, explica Jaz.

Hay quienes se burlan de este comportamiento hasta el punto que existen numerosos memes con celebridades llorando. Llegados a este punto, resulta imposible olvidar la icónica cara de Kim Kardashian hecha un mar de lágrimas, que por supuesto ha monetizado y ya forma parte de su propio merchandising en forma de stickers virtuales y de pegatinas físicas, entre otros productos. Ella es el mejor ejemplo de que en ocasiones, la lágrima tiene el sonido de una caja registradora, y por ello muchos acusan a los influencers de promover el porno de la vulnerabilidad o el ‘sadfishing’, un término que se refiere a subir contenido triste a las redes para generar simpatía y conseguir engagement, un sustantivo nacido a raíz de que Kris Jenner le recomendara a Kendall Jenner mostrarse vulnerable en sus redes… Para terminar anunciando finalmente su colaboración con Proactiv. Una vez más, escuchamos de lejos el sonido de la caja registradora.

Vía: ELLE ES

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