‘Par\u00e1sitos’: el estreno en Movistar de la pel\u00edcula fen\u00f3meno del a\u00f1o

Hace justo un año, se presentaba en el Festival de Cannes la última película del director surcoreano Bong Joon-ho, Parásitos, que no disfrutó de mucha atención mediática, ya que ese mismo día también desembarcaba en La Croisette Érase una vez en… Hollywood, y sus dos atractivos protagonistas acapararon los focos y los titulares junto al director Quentin Tarantino, que precisamente considera a Joon-ho el Spielberg de Asia.

El certamen, en el que en ediciones anteriores había presentado Mother y Okja, se clausuró otorgándole la Palma de Oro. Sería el primero de una larga lista de premios, como un Globo de Oro, dos BAFTA, un Cesar y un David de Donatello, que le han consagrado mundialmente con solo siete películas rodadas en 19 años.

Contenido especial

El viernes 22, Movistar+ Estrenos emite el filme que ha recaudado más de 160 millones de dólares, precedido de una programación especial en Movistar CineDoc&Roll el jueves 21, con La script, espacio que comentará la película y repasará la cinematografía coreana. Le seguirá Fenómeno Parásitos, un programa de edición propia que analiza la meteórica trayectoria de su director, y se cerrará con Memories of Murder (Crónica de un asesino en serie). Se trata de su segundo largometraje, del que beben ficciones tan prestigiosas como Zodiac, La isla mínima, Forbrydelsen y True Detective, y que lo dio a conocer mundialmente gracias a la Concha de Plata al Mejor Director y al premio FIPRESCI que ganó en el Festival de San Sebastián de 2003.

Lucha de clases

Como en Snowpiercer (Rompenieves), cuya versión televisiva se estrena esta semana, el genio de Joon-ho vuelve a retratar la lucha de clases en clave de comedia negrísima, utilizando un perverso juego de reflejos entre dos familias de Seúl: los Park, burgueses y sofisticados, que viven en un imponente chalet minimalista –el propio Bong Joon-ho lo diseño sobre una colina protegido por altos muros de hormigón– y no soportan el olor de los pobres, y los Ki-taek, que sobreviven en un semisótano en el barrio más humilde a merced de las inclemencias meteorológicas y a base de efímeros trabajos mal pagados.

Cuando el hijo de los Ki-taek es contratado como profesor de inglés de la hija de los Park, ven una oportunidad para escalar en la pirámide social sin calcular las consecuencias, algo que queda claro en una catártica fiesta de cumpleaños con la que se cierra la película que, como el resto de la filmografía de Joon-ho, es divertida hasta que de repente deja de serlo.

Un trabajo muy personal

Entre sus muchos aciertos –la utilización del espacio como una metáfora social, la escena de una tormenta hábilmente coreografiada, la milimétrica puesta en escena, la inquietante partitura de Jung Jae-il, y los sorprendentes giros de guion–, sobresale el reparto coral encabezado por conocidos del director, como la estrella coreana Song Kang-ho, Choi Woo-shik y Lee Jung-eun, premiados conjuntamente por el Sindicato de Actores de Estados Unidos.


El filme, cuya trama tiene mucho de El sirviente (1963), de Joseph Losey, y de Teorema (1968), de Pasolini, surgió tras la tibia acogida de sus dos trabajos más internacionales, Snowpiercer (Rompenieves), producido por el entonces poderoso y hoy encarcelado Harvey Weinstein, y Okja, producciones que también abordaban la injusticia del capitalismo y la lucha de clases, pero desde una perspectiva de ciencia ficción.

En esta ocasión se acerca al realismo social y al suspense partiendo de sus propias vivencias, como declaró en la presentación de Cannes: “He querido retratar lo que se siente al entrar en otra familia, algo que yo experimenté cuando en la universidad trabajé de tutor de los niños de unos millonarios. Su casa fue algo que yo no imaginaba que existiera. Sentí que estaba infiltrándome al mismo tiempo que recibía dinero por ello”.

Punta de lanza

Tras el éxito mundial de Parásitos, que tendrá versión televisiva producida por HBO, Bong Joon-ho, admirador de Martin Scorsese y Quentin Tarantino, como dejó claro en la ceremonia de los Oscar, se erige como el representante más popular de la pujante cinematografía surcoreana formada por premiados artistas como el maestro Park Chan-wook, autor de la Trilogía de la venganza, Kim Ji-woon (Encontré al diablo) y Kim Ki-duk (Hierro 3), una industria que comenzó a florecer con la llegada de la democracia en 1987.

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