Pompas de jabón
Llevo una temporadita con la nube negra encima de la cabeza. Si creyera en el horóscopo, diría que algún planeta (¿Marte, Mercurio?) me está mirando mal. Pero mira, no estoy yo ahora para perder el tiempo con planetas, bastante tengo con mis cosas.
Para colmo, el tío más divertido del mundo de la moda se nos ha retirado: Jean Paul Gaultier, me has dado un disgusto, que lo sepas. Y me he enterado que en el desfile ha cantado Catherine Ringer (Les Rita Mitsuoko) y no he podido verla… cagüen. Recuerdo esas noches en los que era la única en la pista saltando mientras sonaba “Marcia Baila”. Yo quería ser como ella, como Catherine. Hasta mi peluquero la tomaba como modelo, y me hacía cortes de pelo imposibles, para desesperación de mi madre.
Qué fachón llevaba en esos tiempos. Vestirme para salir a la calle era todo un ritual. Mi madre es costurera, y jamás he ido tan bien vestida como en aquellos años. Luego vino el fast-fashion (yo, confieso, compraba en Solana) y bueno, en mi armario todo ha sido miseria desde entonces.
Pero esto de Gaultier y Les Rita Mitsouko y el ser la única loca que les bailaba en la pista me ha traído una historia a la memoria: un muchacho que pinchaba (luego empezaron a llamarse deejay) que se llamaba Vito, creo recordar.
Nos teníamos vistos de años, de cruzarnos en sitios. Yo con novio eternamente. Él con gallinitas revoloteando en la cabina. Pero siempre se me quedaba mirando cuando llegaba a alguno de los garitos donde pinchaba. No pasaba de mirar, pero era tan obvio… Así que una noche (no hacía demasiado que me había separado de mi primer novio) que me crucé con él por enésima vez en un garito cualquiera, y harta de que mirara y mirara y no me dijera ni negros ojos tienes, me acerqué y le espeté si algún día me iba a hablar o iba a seguir con la tontería.
Sí, el truco de la descarada funciona de puta madre cuando eres veinteañera, pero fuera de esa franja de edad tiene un índice de fracaso muy alto. O estás muy muy segura o mejor no lo utilices.
Esta vez funcionó: desactivé todas sus defensas. Vito me confesó que se fijó en mí porque le FLIPABA Les Rita Mitsouko y yo era la única que lo bailaba, sin importarme si había alguien más en la pista o si me miraban. En aquella época yo bailaba así, que es como creo que hay que bailar (luego uno se pervierte y empieza a pensar en el qué dirán y quién me está mirando… qué gilipollas somos).
Recuerdo perfectamente el frío de aquella noche. Era enero. De esos eneros sevillanos en los que el frío y la humedad se te meten en el cuerpo y no hay manera de sacarlo más que arrimándote a otro cuerpo, pierna con pierna, mientras te zampas un chocolate con churros en El Plata. ¡Ay, si hablaran las sillas del Plata, cuántas historias saldrían de ahí!
Vito era muy mono y cariñoso, y fue una noche muy agradable, pero hasta ahí llegó la cosa. Muy majo, pero le faltaba un hervor, y yo aún estaba en la fase de necesitar un maestro, no de dar lecciones. Una noche, una buena noche. Y ya.
Me gustaría reivindicar con esta historia los encuentros estupendos que no pasan de ahí, que no tienen que llegar más allá, y está fenomenal. Que nos empeñamos en que todo tienen que ser historias de amor épicas, y en ocasiones las historias de amor duran lo que una pompa de jabón, tan bonitas y tan efímeras.
Y recordando esa pompa de jabón parece que se ha despejado la nube negra.
Si es que tampoco tengo tiempo para nubes negras…
Nota bene: Si no me equivoco, Solana fue la primera marca de ropa barata en España. Luego se convirtió en Blanco.
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