Reordenar el caos

A las personas buenas les pasan cosas malas. Estadísticamente, a las malas también les pasarían cosas chungas, pero o no se publicita lo suficiente o creemos que se lo tienen merecido, lo que nos convertiría a su vez a nosotros en malos porque no nos importa o incluso lo celebramos, y… Y voy a dejar aquí el argumento porque no lleva a ningún lado y me estoy liando. Las señoras mayores a veces divagamos. Privilegios de la edad.

Mi tema de hoy era otro: cabrearse o no por los líos en los que nos meten los demás. O por qué deberíamos dejar de creer que si hacemos lo correcto nadie nos puede putear.

Pongamos por caso que tú eres una persona ordenada, que lleva sus asuntos al día, que eres súper organizada y tienes tu vida construida en torno a ese orden. Y un día sucede algo que pone tu mundo patas arriba y te obliga a replantearte todo de nuevo: desde a qué hora levantarte hasta dónde vivir o qué comer. Puede ser una separación, una inundación por un vecino en obras que te obliga a marcharte de tu casa, un cambio de trabajo, una enfermedad, un embarazo… mil cosas. De ninguna de ellas has sido responsable, pero afecta a tu vida. Y te jode, te jode mucho, pero no puedes hacer nada. Tú lo tenías todo controlado y ahora vuelta a empezar desde el caos.

Tienes dos opciones: o te cabreas y reniegas y te cagas en todo hasta el infinito, o lo asumes y vuelves a recolocarlo todo. La opción más sensata es asumir, claro está, porque es que no tienes más remedio.

¡Ojo! Que no quiero decir que no tengas derecho a quejarte y protestar cuanto quieras, pero que las cosas son como son, los accidentes ocurren, las personas actúan como les viene bien a ellos (y sin importarles si te afecta a ti o no), y hay cosas que por más que quieras no puedes cambiar. Es lo que hay.

Ahora bien, hay determinadas situaciones en las que sí podemos controlar cómo o cuánto nos afecta el caos:

1. Tu pareja te es infiel y no puedes soportarlo. No puedes impedir que tenga sexo con otras personas aparte de ti, pero sí que puedes dejarle. Acabas con el problema.

2. Tienes un amigo que siempre te está pidiendo favores o dinero. Te suelta su mierda y te deja deprimida. Y nunca te devuelve el dinero. No puedes evitar que piense que eres su psicóloga o su cajero automático, pero puedes dejar de prestarle atención y pasta.

3. Ese ligue que está pero no está, que no te deja nada claro, y que te tiene enganchada a ver si te contesta o no. Tú estabas la mar de tranquila, pero te puso el cebo delante y picaste, y ahora estás que ni duermes. Rompió tu equilibrio. Que sea un espabilao no tiene remedio, pero tú puedes mandarle a la mierda y borrar su teléfono. Quien te quiere ver, busca como verte, y quien tiene interés, te contesta. Eso es así.

4. Ya avisaste de que estaban abriendo por donde no debían, pero el vecino en obras te ha arruinado la pared y el parquet de media casa. No hay seguro de hogar que te proteja de operarios incompetentes ni tuberías con más años que una playa. Aprovecha para renovar la pintura y el suelo: paga él (o su seguro).

5. Alguien le rompe el corazón a tu hijo. La ira te invade, pero no puedes impedir que le hagan daño. Lo que sí puedes es demostrarle que quien tiene madre lo tiene todo. Pizza, peli y un extra de mimos no solo le curará a él, también a ti.

Asumir + dejar de pensar que podemos cambiar a los demás + buscarle el lado positivo (por pequeño que sea) al desastre + controlar los daños. Es la única forma de reordenar el caos (y descabrearnos un poco).

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