Suzy Amis Cameron, de protagonista de la otra gran historia de amor de ‘Titanic’ a líder de una revolución gastroecológica
Cada vez que a Suzy Amis Cameron (Oklahoma, 1962) le ha cambiado la vida, había una película de por medio. Criada en una granja junto a sus cinco hermanos y un montón de cerdos, vacas y caballos, era una amazona adolescente cuando descubrió que podía pagarse una buena silla de montar trabajando un par de horas como modelo. “Uno de mis primeros trabajos precisamente fue en España, en Ibiza", recuerda hoy sentada en un sofá del salón club de un exclusivo hotel de Madrid. "Era prácticamente una niña que sólo conocía Oklahoma y todo aquello me pareció increíble. Salí por los locales de moda y me lo pasé genial. ¿No había un sitio llamado Pachá? Increíble. Cuando volví a casa no le conté a mi madre nada de lo que había visto”.
Ya había conseguido todo a lo que una modelo podía aspirar a inicios de los 80, cuando decidió sin pensarlo mucho probar en el cine. Un casting fallido con Steven Spielberg le facilitó su primer papel en ¿Dónde dices que vas? (1985). Allí conoció a su primer marido, el actor Sam Robards, con el que se casaría poco después, pasando a convertirse en nuera de Lauren Bacall… y "sobrina" de Katherine Hepburn. Aquel matrimonio acabó, siguió trabajando en filmes como La balada del pequeño Jo y Sospechosos habituales, hasta que en 1997 se embarcó en su proyecto más ambicioso. La película se llamaba Titanic y el director era James Cameron. Suzy interpretaba a la nieta de Rose, aquella anciana que a pesar de los años conservaba en el recuerdo a Jack (y en el bolso el medallón). Aquella historia de amor en la pantalla la continuó la del director y la actriz en la vida real. También supuso que Suzy decidiera abandonar la interpretación. "Mi matrimonio anterior me hizo ver que es mejor que sólo uno de los dos se dedique al cine, y para mí formar una familia era más importante". La pareja, una de las más estables de Hollywood, tiene tres hijos además de los dos que aportaban ambos de sus relaciones previas.
Sin embargo, si Vanity Fair hoy está hablando con Suzy Amis Cameron es por culpa de otra película, una en la que ella no actuó y que su marido, el cineasta detrás de Terminator, Aliens o Avatar, no dirigió, y que sin embargo ha cambiado sus vidas para siempre. El 6 de mayo de 2012 vieron Forks over Knives, un documental disponible en Netflix que alerta sobre los perjuicios de una alimentación basada en los productos de origen animal tanto para la salud de los seres humanos como del propio planeta. Aunque muy involucrados en la defensa del medioambiente, trabajando en diversas organizaciones ecologistas, hasta entonces no habían sido conscientes del daño que se estaban haciendo a sí mismos (y a sus hijos) cada vez que comían carne, lácteos o huevos. Tampoco de los costes que tenía para el planeta y sus recursos mantener un sistema de consumo basado en la industria ganadera. Al día siguiente ya eran veganos y comenzó una labor de investigación y reeducación que Suzy ha plasmado en El plan OMD, un libro en el que propone un gesto sencillo para cambiar el mundo: realizar al menos una comida sólo con productos de origen vegetal al día. Sobre esta modesta revolución hablará en el Hay Festival de Segovia con Juan López de Uralde, exdirector de Greenpeace España y actual diputado de Unidas Podemos. A él ya le ha convencido de que es posible. "Me dijo que a pesar de ser ecologista hasta que no leyó mi libro no se había visto capaz de ser vegano", comparte con una sonrisa triunfal Suzy. Si ha conseguido contagiar de esperanza a James Cameron, el genio creador de algunos de los más desoladores escenarios apocalípticos de la historia del cine, el resto es pan comido.
El plan OMD es más que un libro sobre los beneficios de una dieta vegana, un relato autobiográfico en el que hablas, entre otras muchas cosas, del inicio de tu relación con James Cameron.Nos conocimos durante el rodaje de Titanic y comenzamos a salir poco después. Recuerdo perfectamente una de las primeras veces que fui a su casa. Abrí la despensa y era descorazonador: sólo había latas de chilli con carne y sardinas. Poco a poco, a medida que nuestra relación avanzó, comencé a introducir comida más sana, tuvimos a nuestros tres hijos y aquellas latas se fueron quedando en los estantes de arriba hasta desaparecer finalmente. Ahora en nuestra despensa sólo hay productos orgánicos y de origen vegetal.
Contrasta con el hecho de que creciste en una granja ganadera.
Sí, yo era completamente carnívora. Allí teníamos vacas y cerdos, y nos los comíamos, claro. Luego, en mi etapa de modelo, cuando me fui a vivir a París aprendí a cocinar. Me hacía mis buenos filetes, tomaba mucho pollo y pescado, pensando que era bueno para mi salud.
¿Cómo se tomaron en tu familia que te hicieras vegana?Soy la cuarta de seis hermanos, tres chicas y tres chicos. Mi hermana Rebecca comparte mis ideas, pero por contra tengo otro hermano que es un carnívoro voraz e incluso niega el cambio climático. Lo curioso es que a veces hace una o dos comidas veganas al día porque tiene la tensión alta. Cuando Jim y yo decidimos en 2012 hacernos veganos en mi familia pensaron que nos estábamos volviendo locos. Habíamos descubierto que alimentarse de animales era prácticamente lo mismo que tomar veneno, así que quisimos compartir esa información con toda la gente a la que queríamos. Empezamos a enviarles lotes de dvds y libros para que se informaran, pero encontramos un rechazo frontal. No querían saber nada de eso.
¿Fue ante esa reacción negativa como surgió la idea de “una comida vegana al día”?
Sí. Tuve que aprender de mis errores. Cuando Jim y yo vimos Forks over Knives nos convenció hasta el punto de que en 24 horas no había ni un sólo producto de origen animal en casa. No todo el mundo funciona así, con ese tipo de determinación. Nos pusimos tan pesados contando nuestra experiencia que cuando la gente nos veía venir ya torcía el gesto. Ahí nos dimos cuenta de que no puedes ir por ahí aleccionando a la gente.
También encontraste mucha resistencia en el colegio que tienes con tu hermana en Calabassas, California cuando quisisteis introducir una dieta exclusivamente vegana en el comedor escolar.
Y ahí fue precisamente, en una reunión con los padres y madres, cuando el director del colegio dio con la forma de presentar esta idea. “Venga, es sólo una comida al día, en casa pueden desayunar y cenar lo que quieran”, dijo. Al oírle entendí que sería más fácil que la gente probase los beneficios de una dieta vegana si era con pequeños pasos como ese. Cuando saqué el libro en EE UU el año pasado me preparé psicológicamente para encontrar muchas reticencias, a nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer, mucho menos comer. Para mi sorpresa, cuando dices que con cambiar una comida al día es suficiente todo el mundo se relaja, siente que es algo que podría lograr. Son gestos pequeños que hasta los grandes comedores de carne pueden asumir.
Sostienes que uno no se puede considerar ecologista si sigue comiendo productos de origen animal.
La agricultura animal es la segunda fuente de emisiones de gases contaminantes, más que todos los aviones, trenes, coches y camiones del mundo entero. Si lo piensas un poco, puedes cambiar más las cosas a través de lo que te sirves en el plato que conduciendo un coche eléctrico. Da igual que compres un Tesla o un Prius si luego comes en McDonald´s.
¿Decir algo así en un país como EE UU no puede traerte problemas?
Creo que las grandes empresas están más dispuestas que nunca a asumir su responsabilidad y realizar cambios. McDonald´s, Kentucky Fried Chicken, Carl´s y Burger King ya tienen en sus menús opciones vegetarianas. En los últimos tres años se ha realizado una inversión multimillonaria, esto no es una tendencia sino una realidad. Sólo hay que seguir al dinero para comprobarlo. Yo misma estoy trabajando en proyectos para hacer carne, queso y leche de origen vegetal, y tenemos ya como 200 productos. Es un negocio con enormes beneficios económicos, pero también para los seres humanos y el planeta.
Existe la percepción de que es también un sector, el de los productos orgánicos y veganos, muy elitista. En El plan OMD demuestras con números que resulta una dieta más económica para las familias.
En EE UU hay un problema real con el acceso a los alimentos frescos y sanos. El centro de Los Ángeles se considera un “desierto alimentario”, por ejemplo. Sí, yo también he escuchado muchas veces eso de que ser vegano es cosa de ricos y pijos, pero lo cierto es que estudios como el del doctor Colin Campbell demostró que los campesinos chinos con menos recursos estaban más sanos que aquellos que comían carne y lácteos. Un saco de arroz y otro de alubias cuestan muy poco dinero y pueden sostener tu dieta durante meses. Las tiendas de comida sana son muy caras, sí, pero también puedes comprar verduras congeladas o aprovechar los excedentes que se saldan en los mercados.
Hoy es más fácil encontraros a James y a ti en uno de esos mercados que en una alfombra roja.
¡Es que ese es nuestro ambiente! Yo me crie en una granja, Jim en un sitio pequeño de Canadá. Sí, a veces tenemos que ir a un estreno o a una gala para recoger un premio, pero no nos sentimos parte de ese mundo por mucho que yo haya sido actriz y él sea un director de Hollywood. Si pasas un rato con nosotros te darás cuenta de que somos dos personajes muy, muy normales.
Todas las iniciativas en las que trabajas tienen que ver con la protección del medioambiente.
Totalmente, están conectadas por esa inquietud. MUSE School es un colegio sostenible en el que se prioriza la educación medioambiental, Red Carpet Green Dress es un acto benéfico para promover la moda ecológica en la alfombra roja de los Oscar, y lo mismo puede decirse del resto de proyectos en los que estoy involucrada.
Incluso Avatar, que se estrenó en 2009, se recibió como un blockbuster ecologista. Teniendo en cuenta James y tú trabajáis como un equipo, ¿Avatar forma parte de este plan de concienciación global?
¡Por supuesto! Y habrá cuatro nuevas entregas para continuarlo. Ahora mismo Jim está rodándolas en Nueva Zelanda. El mensaje era clarísimo y por entonces él ya era consciente del daño que la agricultura animal estaba causando al planeta. Yo no lo era, tengo que reconocerlo, y eso que colaboraba con la mayor ONG medioambiental de EE UU. Simplemente era un tema del que no se hablaba entonces.
En El plan OMD insistes en que no consumir productos de origen animal es beneficioso a todos los niveles, y que incluso mejora tu vida sexual.
Es una razón muy poderosa y si hay que utilizarla como reclamo, cómo no iba a hacerlo. El veganismo favorece una vida sexual larga y sana, y es especialmente bueno para los hombres con disfunción eréctil. Por un sencillo motivo: previene las enfermedades coronarias, favorece el riego sanguíneo y evita la obstrucción arterial. Si tu corazón puede bombear bien y tus arterias están abiertas llegará sangre a todas partes. A todas.
Experimentaste el cambio con James, que pasó a estar “lleno de energía” y perdió 13 kilos.
Si miras fotos de la premiere de Avatar y una de ahora, es como la noche y el día. Pero no sólo él. Yo solía oscilar, pero llevo con la misma talla desde hace siete años y no tengo nada en el armario que ya no me valga.
De vuestros cinco hijos, ¿han seguido todos vuestro ejemplo?
Mi hijo mayor, Jasper, es 100% vegano, se dedica a la agricultura y se formó como chef en Le Cordon Bleu. Está aplicando todo lo que aprendió allí para hacer nuevas recetas veganas. Me ha hecho “abuela” [dice en castellano] hace cinco semanas. Josephine vive en Boston y lleva una dieta medio vegana. Los tres hijos que viven con nosotros en Los Ángeles tienen que ser veganos, porque es la única comida que tenemos en casa y que les dan en el colegio, aunque tengo la sospecha de que están siendo un poco malos en nuestra ausencia. De vez en cuando encuentro huevos o queso al fondo de la nevera que no sé cómo han llegado hasta ahí. Yo suelo decirles que prefiero eso a que tomen drogas.
Cuentas que dedicarte al cine fue una decisión accidental. Llegaste a tu primer casting sin preparar nada y allí te encontraste a Steven Spielberg.
Fui a una prueba y resultó ser para una película de Indiana Jones, la que tiene la palabra “templo” en el título. ¿Indiana Jones y el templo maldito? Sí, esa. Me pidió que leyera el papel que acabó haciendo Kate [Capshaw]; ahí fue donde Steven y ella se conocieron y acabaron casándose después. Yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, así que cogí el guión y lo leí en voz alta, tapándome la cara con los folios, y él lo notó enseguida. Fue muy amable y cariñoso, y me dijo que le hablaría de mí a uno de sus protegidos, el director Kevin Reynolds. Poco después, Kevin me vio y me contrató para mi primera película, Fandango, en la que conocí también a mi primer marido, Sam Robards. ¡Imagínate cuántas vidas habrían cambiado si lo hubiera hecho bien en aquel casting!
Cuando te casaste con el actor Sam Robards te convertiste en nuera de dos leyendas de Hollywood, Jason Robards y Lauren Bacall.
Lauren era increíble, no tengo palabras para describir el impacto que tuvo en mí. Aprendí de ella muchas cosas importantes para ser una mujer fuerte. Era una viajera incansable, tenía un gusto exquisito para la ropa y auténtico estilo en todo lo que hacía. También era muy inteligente y siempre estaba leyendo. “Suzy, tienes que leer más”, me decía cada vez que me daba algún libro, que era muy a menudo. Tuvo una enorme influencia en mi vida. Para mí fue un referente indiscutible. Las mujeres de su época no lo tuvieron nada fácil. Tenemos que avanzar mucho aún, pero ellas se enfrentaron a retos del tamaño del Everest. Lauren había tenido de mentora a Katherine Hepburn, que fue luego la madrina de Sam. “Tía Katie”, la llamaba él. Aquello era increíble para una jovencita de Oklahoma, entrar en contacto con dos mujeres así…
¿Cómo era Katherine Hepburn?
Una de esas figuras “más largas que la vida”. Cuando Lauren Bacall hablaba todo el mundo se callaba y escuchaba, a nadie se le pasaba por la cabeza interrumpirla. Pues bien, cuando íbamos a ver a “la tía Katie” para tomar el té yo siempre me fijaba en Lauren; en presencia de Hepburn se hacía pequeña, parecía una niña y no decía ni mú.
¿Son las dos personas que más te han impresionado?
También Jason Robards, pero por motivos diferentes. Una de las primeras veces que iba con él por la calle un señor le paró para saludarle y se quedaron un buen rato charlando. Yo le pregunté a Sam quién era esa persona con la que estaba su padre hablando y me dijo: “No sé, será un admirador”. La forma en la que Jason había hablado con aquel desconocido era como si se conociesen de toda la vida. Esa generosidad, el estar presente, es algo que me he asegurado de atesorar. Me impresiona gente como Jeff Bridges, capaz de hacer interpretaciones increíbles y que luego se comporta como un tipo normal y corriente.
En tu círculo de amigos hay también grandes nombres del Hollywood contemporáneo, de Guillermo del Toro o Arnold Schwarzenegger.
A los dos les he regalado el libro. Tengo pendiente colgar en mis redes sociales una foto que me hice con Arnold en la que sale leyendo El plan OMD muy atento. Arnold ya es prácticamente vegano, Jim y yo le convencimos de que tenía que dar ese paso.
¿Echas de menos tus días como modelo y actriz?
La verdad es que no. Las cosas que me gustaban de esa profesión, como viajar o conocer gente interesante, las sigo haciendo. Sólo añoro la interpretación, que era algo que me divertía muchísimo, pero desde que conocí a Jim algo cambió para mí. Ahora ya no querría estar durante tres o cuatro meses a las órdenes de alguien, sino que necesitaría involucrarme como productora en la historia, escribir la película… Hoy estuve haciendo una sesión de fotos para una revista. Sigo sabiendo cómo posar y me lo he pasado muy bien cambiándome de ropa un montón de veces, pero no es algo que me apetezca hacer todos los días. Hice 26 películas y como modelo recorrí varias veces el mundo, y ahora siento que era una etapa de mi carrera para llegar a donde estoy ahora.
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