Sylvia Earle, la dama de las profundidades: Cuando descubrí los caballitos de mar a los 12 años, pensé: ‘¡Al fin un vecino con el que identificarme!
Sylvia Earle tenía tres años cuando una ola la tumbó en una playa de su Nueva Jersey natal. Curiosamente, en lugar de echarse a llorar, la hoy bióloga marina y exploradora resolvió que dedicaría su vida al mar. “El océano captó mi atención. Soy ecologista desde antes de que existiese el término. Cuando cumplí 12 años, me mudé con mi familia a la costa oeste de Florida y descubrí los caballitos de mar. ¡Al fin encontré un vecino con el que sentirme identificada!”, cuenta Earle, quien, a sus 84 años, bucea con frecuencia. “Cuando la gente me pregunta si todavía practico submarinismo, suelo responder: ‘Todavía respiro”.
La oceanógrafa, que ha pasado más de 7.500 horas de su vida bajo el agua —el equivalente a casi un año de existencia—, cita a Jacques Cousteau entre sus héroes y admite que sintió “miedo” la primera vez que buceó, en 1953. Un centenar de expediciones y otras tantas especies marinas descubiertas después, mantiene la curiosidad intacta. “Me encanta llegar a donde nadie lo ha hecho antes. Quedan cuestiones por responder y sitios por descubrir, especialmente en el océano”. No duda en resumir con una palabra el principal problema que los afecta, y que no son solo los residuos: “La ignorancia”, clama. “La gente ni siquiera es consciente de que debe preocuparse por los océanos”. Por eso le da tanta importancia a la educación y a la divulgación científica y, aunque alerta sobre los vertidos tóxicos y el estado de barreras de coral y manglares, lo que reduce nuestras posibilidades de, por ejemplo, seguir cocinando especies tan populares como el atún, también ha visto cosas positivas: “Hoy hay más ballenas y tortugas que en mi infancia. Las naciones están empezando a protegerlas”, razona esta científica a la que, no en vano, mucha gente toma por activista.
Earle, que ha sido objeto de numerosas distinciones, recibió en 2018 el Premio Princesa de Asturias de la Concordia. En su discurso de agradecimiento en el Teatro Campoamor de Oviedo nombró a los grandes “conquistadores, todos hombres, que fueron los pioneros de su tiempo, los primeros europeos en ver el continente sudamericano, en tocar el océano Pacífico, en circunnavegar el mundo”. Españoles tan famosos que, de niña, aprendió a llamarlos solo por sus apellidos: “Cortés, Pizarro, Balboa, Coronado, Elcano. Cuando era pequeña, nadie había estado en la Luna o bajado a las zonas más profundas del océano. Era raro ver mujeres científicas, ingenieras, capitanas de barcos, pilotas de aeronaves, líderes de empresas o de países. Algunos me dijeron que no debería aspirar a ser científica o exploradora, pero hay una diferencia entre no debería y no podría, así que me convertí en científica y exploradora de todos modos”, dijo. Y es que, efectivamente, Earle no es solo una pionera en la investigación oceanográfica y en la preservación del medio marino. En 1970 encabezó el primer equipo de mujeres acuanautas, el Proyecto Tektite, en el que vivieron dos semanas a 18 metros de profundidad en las Islas Vírgenes. Una iniciativa que convirtió a un grupo de científicas en estrellas, con recepción en la Casa Blanca y desfile por las calles de Chicago, y para el que contó con la colaboración de Rolex.
La dama de las profundidades, como se la conoce popularmente, es desde 1982 una de las embajadoras de los programas con los que la marca relojera suiza auspicia diversos proyectos filantrópicos, en particular los relacionados con la protección del medioambiente. Así, la proclamada en 1998 heroína del planeta por la revista Time forma parte del proyecto Perpetual Planet, que contribuye a la búsqueda de soluciones a los problemas derivados del cambio climático mediante redes de colaboración con particulares y organizaciones. La de Sylvia se llama Mission Blue y su plan estrella son los Hope Spots, puntos de esperanza en su traducción al español, que su impulsora define como “una red de áreas marinas protegidas que, por sus características, son vitales para garantizar la salud del océano, el corazón azul del planeta”.
Hoy hay más de 112 en todo el mundo, en localizaciones tan dispares como las Islas Galápagos o las costas de Washington D. C. En la actualidad, un 8% de los océanos están protegidos, cifra que Earle pretende aumentar hasta el 30% en 2030. Una misión en la que cuenta con el apoyo de Rolex, que colabora con su ONG desde 2014. Pero la relación de la científica con la casa suiza es también emocional. Fascinada por el tiempo, “por cómo el hombre ha inventado mecanismos para medirlo”, su reloj- alterna dos modelos, un Lady-Datejust y un Rolex Deepsea— es como una extensión de ella misma. “No me lo quito ni en la ducha”.
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