Todas las películas de Martin Scorsese, ordenadas de mejor a peor

Que los árboles de Marvel no nos dejen ver el bosque. Desde su estreno como director a finales de los años sesenta, Martin Scorsese se ha ganado a pulso ser uno de los contados directores que siempre (siempre) justifican el precio de la entrada. A pesar de que está a punto de cumplir 77 años, el tiempo y la energía no parecen pasar por un genio que ha conseguido contagiarnos su entusiasmo y pasión por el cine, una forma de arte (y de vivir) que él mismo lucha por mantener vivo lejos de los a menudo vacíos debates que han inundado los medios de comunicación durante las últimas semanas.

El director de Uno de los nuestros es el creador y principal de The Film Foundation y World Cinema Foundation, dos organizaciones sin ánimo de lucro que tienen como objetivo preservar y exhibir cine clásico de todo el mundo. La otra forma en la que Marty reivindica día a día el séptimo arte es con su extraordinaria labor detrás de las cámaras en sus 25 películas de ficción (sus numerosas incursiones en el formato documental no están incluidos en el repaso a su trayectoria). Aunque Scorsese ha pasado a la historia de cultura pop por sus icónicas miradas al mundo del crimen organizado, su obra es mucho más versátil, profunda y rica de lo que nos han intentado hacer creer durante años.

25. El tren de Bertha

Una arrebatadora Barbara Hershey fue la primera protagonista femenina en la obra de Scorsese. Además de ser la única película de serie B de su carrera (la falsa sangre evidencia lo ínfimo de su presupuesto), es una de las pocas aproximaciones que ha tenido el cine americano a la figura de los sindicalistas y los anarquistas. El director fue contratado directamente por Roger Corman después del impacto que tuvo su debut tras las cámaras, ¿Quién golpea mi puerta?. Narrativamente caótica e irregular, El tren de Bertha sorprende por lo visceral de sus escenas de sexo y violencia… aunque para impacto el que nos llevamos al encontrarnos en el clímax con la primera escena de crucifixión en su filmografía. No sería la última.

24. Kundun

El director aparcó temporalmente su obsesión con la religión católica en un biopic sobre el decimocuarto Dalai Lama que retrata la invasión del Tíbet por parte de la China de Mao. A pesar de que técnicamente es deslumbrante, Kundun es un tostón en toda regla. O lo era: no nos hemos atrevido a volver a verla otra vez. Ni ganas.

23. New York, New York

Mientras sus amigos Steven Spielberg y George Lucas miraban al futuro del cine con Encuentros en la tercera fase y Star Wars, el más clásico Scorsese se ponía melancólico con una revisitación de los grandes musicales del viejo Hollywood. Robert De Niro era la estrella del momento, pero su personaje resultaba tan desagradable que era casi imposible que el público conectara con la historia de amor entre una cantante y un saxofonista que vertebra el filme. Ni siquiera la arrebatadora interpretación de Liza Minelli fue suficiente para evitar el primer fracaso en la carrera del cineasta. Lo único que queda de la primera y última incursión de Scorsese en el terreno musical es New York, New York, el clásico de John Kander y Fred Ebb (los compositores de Cabaret y Chicago) que acabaría inmortalizando Frank Sinatra.

22. El color del dinero

La extraordinaria El buscavidas no necesitaba continuación alguna, pero el tardío regreso a los cines de Eddie Felson fue un entretenimiento de primera en el que un extraordinario Paul Newman (ganador del Oscar en su octavo intento un año después de que la Academia le concediera su premio honorífico) se convertía en maestro de la estrella más prometedora de la época: Tom Cruise. A pesar de que la única secuela en la carrera de Scorsese fue denominada como el Karate Kid de los billares por algunos de sus detractores, El color del dinero también funcionaba como retrato y choque generacional.

21. ¿Quién llama a mi puerta?

La ópera prima de Scorsese es un proyecto estudiantil que se rodó a lo largo de cuatro años con el primero de sus actores fetiche como protagonista: Harvey Keitel. ¿Quién llama a mi puerta? es también la primera vez que el italoamericano explora la culpa católica, una de las constantes de su cine, a través de la historia de un veinteañero que es incapaz de lidiar con el complicado pasado de su novia. A pesar de su producción minúscula, este drama rodado en blanco y negro sirve como introducción del juguetón estilo del cineasta. La heroína en la sombra de este debut fue, sin embargo, Thelma Schoonmaker: la montadora de todos los proyectos del director desde Toro salvaje (en los 70 no la dejaron trabajar en Hollywood porque todavía no era miembro del sindicato de montadores) salvó la película después de que el primer editor del proyector perdiera numerosas escenas del filme.

20. Al límite

La cuarta y última colaboración entre Scorsese y el guionista Paul Schrader pasó desapercibida en 1999 a pesar de que el traumatizado trabajador de un servicio nocturno de ambulancias que interpretaba un estupendo Nicolas Cage recordaba a Travis Bickle, el icónico protagonista Taxi Driver. En una entrevista con la editora Thelma Schoonmaker, ésta confesaba que “de todas las películas que he hecho con Marty y que en su estreno no funcionaron demasiado bien, Al límite es la única de ellas que no ha sido revisada posteriormente por la crítica”. Es una pena: su febril mirada a las alocadas noches neoyorquinas es errática por momentos, pero también está llena de compasión y humor negro.

19. Shutter Island

La atmósfera de pesadilla y el suspense hitchcockiano son las grandes virtudes de esta concesión comercial que rodó Scorsese después de llevarse de una vez por todas el Oscar a la mejor película y mejor director con su anterior largometraje, Infiltrados. Visualmente deslumbrante, Shutter Island es un thriller sobre la culpa y los rincones de la mente en los que nos escondemos para sobrevivir que resulta más efectivo en sus formas que en el fondo. Un Scorsese menor, como si esa expresión fuera posible.

18. La invención de Hugo

El mayor defecto de uno de los títulos menos apreciadas por los fans de Scorsese (no así por la Academia, que la premió en cinco categorías técnicas) es que, precisamente, no parece una película de Scorsese. El director neoyorquino se puso en modo Spielberg con la más accesible de todas sus historias, una fábula visualmente deslumbrante con la que el director escribía una carta de amor a los orígenes del cine. La invención de Hugo fue, además, una de las pocas (poquísimas) películas que supo aprovechar las posibilidades de las tres dimensiones después de que la técnica fuera revivida de forma efímera por Avatar.

17. El cabo del miedo

La historia detrás del remake de la película que dirigió J. Lee Thompson en 1962 es apasionante: Martin Scorsese estuvo a punto de dirigir La lista de Schindler porque Steven Spielberg consideraba que el material resultaba demasiado cercano a la experiencia de su familia. El director de Tiburón quería volver al terror psicológico con una nueva versión de El cabo del miedo pero acabó descartándolo por ser demasiado violento para su gusto. Al final, los viejos amigos intercambiaron los proyectos. A pesar de que Spielberg ganó con el cambio, Marty se lo pasó mucho mejor rodando una de las películas más perturbadoras y perversamente disfrutables de su carrera. De Niro se desató más que nunca, el mundo se enamoró (temporalmente) de Juliette Lewis y Andreu Buenafuente encontró una coletilla (“abogado…”) que exprimiría durante años. Todos salieron ganando.

16. Silencio

Scorsese se propuso silenciar (guiño, guiño) a todos los que le acusaban de haberse vendido a las grandes producciones de Hollywood en el siglo XXI. El mayor descalabro comercial de su carrera es también su película más metafísica y exigente, una sucesión de interesantes y complejas reflexiones sobre la fe y la vida que ni siquiera el pelazo de Andrew Garfield fue capaz de convertir en un producto de cara al gran público.

15. Gangs of New York

Con el cambio de siglo Martin Scorsese empezó a sentir la necesidad de ganar el Oscar (que nadie se engañe: su alegría y, sobre todo, su alivio al llevarse la estatuilla por Infiltrados años más tarde son la irrefutable evidencia de ello). Gangs of New York es, seguramente, el mejor ejemplo de sus desmedidas ambiciones: este fresco sobre la corrupción, la violencia y la (falta de) humanidad en el Nueva York post-abolicionista era tan ambicioso que estuvo a punto de no estrenarse nunca (fue la producción más difícil de la obra de Scorsese). Daniel Day-Lewis se quedó a las puertas del Oscar con una de sus interpretaciones más grandes que la propia vida (el monólogo envuelto en la bandera de Estados Unidos es inolvidable), pero el que se acabaría convirtiendo en el nuevo actor fetiche de Scorsese es Leonardo DiCaprio, aquí en su primer papel como estrella de cine adulto.

14. La última tentación de Cristo

El mayor pecado de Martin Scorsese en su acercamiento a la figura de Jesucristo fue plantear que el hijo de Dios era un humano con dudas existenciales, crisis de fe y deseos sexuales. La Iglesia católica reaccionó de forma furibunda ante la primera película de Hollywood (y probablemente la única aunque hayan pasado 31 años desde su estreno) que se atrevió a ir más allá en su representación fílmica de la figura religiosa más intocable, llegando a preguntarse incluso qué hubiera sido de la vida de Jesús de Nazaret de no haber muerto en la cruz. Tras ver cómo la institución religiosa fracasaba en su intento de impedir el estreno en salas de La última tentación de Cristo, Scorsese se dio cuenta de que tenía entre manos una de las mayores campañas de publicidad gratuita de la historia del cine. Si ni siquiera la desquiciante interpretación de Harvey Keitel como Judas fue capaz de hundir la película, tampoco lo iba a conseguir la Iglesia.

13. Malas calles

Aunque ya había tonteado con la vida criminal en El tren de Bertha, su siguiente película fue el primer acercamiento de Scorsese al género que ha construido su imagen en la cultura popular: las películas ambientadas en el mundo del crimen organizado. La voz en off ya nos avisa antes de que arranque la película: “Los pecados no se redimen en la iglesia, se redimen en las calles”. El cineasta se mueve como pez en el agua en los barrios más peligrosos de su Nueva York natal mientras reflexiona sobre algunos de sus temas favoritos (el honor o la fe son las principales fuentes de conflicto del protagonista) y empieza a jugar con la música popular (Be My Baby es la canción que acompaña los títulos de crédito iniciales) en su primera película para un estudio de Hollywood. Al igual que pasa en sus primeros trabajos, el estilo queda por encima del fondo en el balance final. Harvey Keitel era su protagonista, pero la gran revelación de Malas calles era, sin lugar a dudas, un entonces desconocido Robert De Niro que se convirtió automáticamente en su actor de referencia gracias a su interpretación como un bala perdida que se cree por encima de todos aquellos que están a su alrededor.

12. Alicia ya no vive aquí

Después de ver un montaje de Malas calles a recomendación de su amigo Francis Ford Coppola, la actriz Ellen Burstyn eligió personalmente a Scorsese para dirigir otra de esas películas que el gran público suele olvidar cuando piensa en el cine del italoamericano. A priori el director no parecía la opción más lógica para llevar al cine la historia de una joven viuda que empieza una nueva vida junto a su hijo tras la muerte accidental de su marido pero Scorsese sale airoso del desafío. Alicia ya no vive aquí es una más que efectiva road movie sobre las segundas oportunidades que aparecen en la vida cuando el sueño americano parece esfumarse ante nuestros ojos, aunque la verdadera estrella de la función es Burstyn, desarmante en una interpretación que le dio el Oscar a la mejor actriz.

11. El aviador

En un universo alternativo existe una versión de esta película dirigida por Christopher Nolan y protagonizada por Jim Carrey (15 años después, el director de Origen le sigue contando a cualquiera que le pregunte al respecto que su propuesta de biopic de Howard Hughes es el mejor guion que ha escrito nunca). Sin embargo, Scorsese y un extraordinario DiCaprio les adelantaron por la derecha en su adaptación al cine de la fascinante de vida de un magnate, filántropo, director de cine y piloto que convivió durante años con la genialidad y la locura. El aviador es la perfecta representación del Scorsese más academicista y menos “canallita”, volando más alto cuando se centra en retratar las miserias de Hughes que en sus increíbles logros. Parafraseando a Risto Mejide, El aviador “era como un consolador: perfecta en la ejecución, pero fría en el sentimiento”.

10. Casino

Scorsese se lo pasa en grande con su única excursión a la ciudad del pecado: Las Vegas. Divertida, peligrosa y vibrante (no hay hacer de menos ni olvidar lo entretenidísimas que son casi todas las películas largas de Scorsese), Casino es otra lección de cine de Marty a la que se hizo de menos en su estreno por las injustas pero inevitables comparaciones con Uno de los nuestros. Si hubiera llegado a los cines diez años antes o después, se hubiera recibido como una de sus grandes obras maestras. A Joe Pesci se le vieron las intenciones de repetir la jugada que tan bien le había salido en su anterior colaboración con Scorsese. Aquí la estrella de la función fue una Sharon Stone que jamás había estado mejor.

9. ¡Jo, qué noche!

Scorsese se llevó el premio al mejor director del Festival de Cannes con una película aparentemente tontorrona sobre una noche que se va de madre en las calles de Nueva York. ¡Jo, qué noche! es un ejercicio de cine inquietante, hilarante e imprevisible, una pequeña joya que nos hace echar de menos al Scorsese más minimalista y desenfadado.

8. La edad de la inocencia

Nunca un drama romántico fue tan contenido y apasionante a la vez. Daniel Day-Lewis quitando suavemente un guante a Michelle Pfeiffer es una de las imágenes más sensuales de los años 90. La edad de la inocencia es otro de esos recordatorios de que hay mucho más Scorsese lejos de sus (gloriosos) thrillers criminales. El contexto era muy diferente al que solemos encontrar en sus películas, pero el director volvía a hablar de libertad en una deslumbrante producción de época con un triángulo protagonista irresistible. Todos están impecables, pero después de ese glorioso 1993 (en el que fue nominado al Oscar por su otra película del año, En el nombre del padre) Day-Lewis pareció olvidarse de que a veces menos es más.

7. El rey de la comedia

Su evidente influencia en la reciente y controvertida Joker ha servido para reivindicar como se merece a El rey de la comedia, una comedia negrísima que fue ignorada por los premios y el público en su estreno en 1982. El duelo entre el aspirante Robert De Niro y la estrella Jerry Lewis representaban una vuelta de tuerca en clave scorsesiana a Eva al desnudo, pero la verdadera sensación de la función era Sandra Bernhard, extraordinaria robaescenas en el papel de la amiga aún más desequilibrada y fanática del aspirante a humorista que protagoniza este sorprendentemente humano retrato del fracaso y el autoengaño. 37 años después de su llegada a los salas, El rey de la comedia sigue siendo vigente y demoledora en su reflexión sobre la ambición y la fama.

6. Infiltrados

¿Cómo se atrevió la Academia a darle por fin el Oscar a Martin Scorsese por una película que era un remake (!!!!) y que además no era la obra definitiva de una carrera intachable (!!!!)? Los argumentos extracinematográficos son los únicos que pueden usar los detractores de Infiltrados, un excepcional thriller que no era culpable de que la Academia ignorara años atrás a Toro salvaje, Uno de los nuestros y Taxi Driver. También hay quien dice que todos los méritos de la película estaban en la original, la hongkonesa Infernal Affairs. Nosotros preferimos quedarnos con su ritmo eléctrico, sus sensacionales diálogos, su reparto disfrutón (el robaescenas Mark Wahlberg y un estupendo DiCaprio son las estrellas de la función) y su sucesión de sorpresas. Volver a las calles de Nueva York y al mundo del crimen siempre es un acierto para el director. Con o sin Oscar.

5. Toro salvaje

Robert De Niro regaló a los cinéfilos una de las transformaciones (físicas y emocionales) más impresionantes del cine en un apasionante retrato de la derrota y la violencia en el que Scorsese mueve la cámara como nunca antes lo había hecho nadie. A pesar de que Rocky había sido un fenómeno popular cuatro años antes, fue Toro salvaje la que creó la hoja de ruta a seguir de las historias de boxeo, el más cinematográfico de todos los deportes. Nunca una pelea ha sido mejor filmada. Su montaje y la fotografía en blanco y negro son simplemente extraordinarios. A pesar su (merecido) aura de clásico incontestable, Toro salvaje es otro de los títulos de Marty en el cómo resulta más satisfactorio que el qué.

4. El irlandés

Scorsese se pasó 20 años escuchando una negativa tras otra de los grandes estudios de Hollywood: nadie se atrevió a financiar la película más ambiciosa y desoladora en la trayectoria de Martin Scorsese. En un irónico giro del destino, al final ha sido Netflix la salvadora de la experiencia cinematográfica más importante del 2019. En El irlandés el director neoyorquino rueda su propia Dolor y gloria, una mirada circular a su obra en la que explora todos los temas clave de su obra (la culpa, el honor, la violencia, la familia) mientras recupera sus formas más clásicas y deja de lado los fuegos artificiales que han caracterizado sus películas del siglo XXI… con la excepción, por supuesto, de su extraordinario uso de la técnica del de-aging para mostrar la vida de sus personajes durante más de 30 años sin necesidad de usar maquillajes exagerados o cambiar de actores.

Al Pacino se lo pasa en grande en su primera colaboración con el director, mientras que Joe Pesci se olvida de sus manierismos con una extraordinaria y minimalista interpretación que nada tiene que ver con sus icónicos trabajos en Uno de los nuestros y Casino. La estrella de la función es, no obstante, un Robert De Niro que nos recuerda por qué una vez fue considerado como el mejor actor del planeta. Durante la última media hora de la película (sin lugar a dudas, la que más dudas causó entre los ejecutivos de Hollywood) el actor se queda solo ante el peligro… y ante la soledad que asola a su personaje, un hombre que debe hacer frente a las decisiones que ha tomado y al final de su modo de vida. Esa trascendencia crepuscular es la que da a El irlandés ese aura de película imprescindible e incontestable que funciona como la guinda del pastel de la relación de Scorsese con las historias sobre el crimen. Es lo más parecido a una catedral cinematográfica que veremos este año… ya sea en la pequeña o la gran pantalla.

3. El lobo de Wall Street

Recién pasada la barrera de los 70, Martin Scorsese consiguió el mayor éxito comercial de su carrera (casi 400 millones de dólares en todo el mundo) con una película tan arrolladora, brutal y enérgica que parecía más la obra de un espídico director recién salido de la escuela de cine que de una leyenda que ya no tenía que demostrar nada a nadie. El lobo de Wall Street es un milagro que funciona al mismo tiempo como sátira y glorificación del capitalismo más absoluto. En 2013 la película más entretenida y vibrante del año fue una sátira sobre Wall Street, la decadencia y la masculinidad tóxica de tres horas de duración (que parecían la mitad) y que estaba plagada de escenas inolvidables (con la parálisis de su antihéroe a la cabeza). Jordan Belfort será el papel por el que siempre será recordado el actor con la trayectoria más impresionante del siglo XXI. Da igual que no fuera el personaje que le dio el Oscar a Leonardo DiCaprio: es el que ha pasado a formar parte de la historia de la cultura pop.

2. Taxi Driver

Cuando empezó a filmar la historia de Travis Bickle, Scorsese solo tenía 33 años. En su currículum había cuatro películas que le sirvieron para que Hollywood le viera como una de sus grandes promesas, pero nada podía presagiar lo que pasaría con Taxi Driver. La historia del perturbado Travis Bickle es una de las películas que mejor representa el Nuevo Hollywood, el movimiento de cine que introdujo a Hollywood en la modernidad después de los ingenuos años sesenta. Ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1976, la historia de la caída a los infiernos (o el ascenso al paraíso según el punto de vista del antihéroe protagonista) de un veterano de la guerra de Vietnam es un thriller dramático y psicológico que habla de la angustia que acuciaba a la sociedad estadounidense de la época. De Niro nos preguntaba si estábamos hablando con él (¿cómo no íbamos a hacerlo al descubrir por primera vez la radical propuesta de Schrader y Scorsese?) en una dolorosa mirada a la supervivencia, más que a la vida, en las impasibles calles de Nueva York de los años traumáticos años 70. Han pasado más de cuatro décadas de su estreno, pero el cine sigue siendo reinterpretado y revisitando (el Joker de Todd Phillips ha sido el último en hacerlo) su legado. Y lo que queda.

1. Uno de los nuestros

Desde su estreno hace treinta años (aunque no ha pasado un solo día por ella), Uno de los nuestros es miembro fijo del Monte Rushmore de las películas sobre la mafia junto a las dos primeras partes de El padrino. En su última colaboración con Robert De Niro en 24 años, Marty regala al público una de esas películas perfectas que se convierten en clásico de forma instantánea. Esta historia basada en hechos reales es una apuesta que triunfa tanto en lo planificado (la eléctrica, sofisticada y a la vez salvaje dirección de Scorsese) como en lo improvisado (la escena más famosa de Joe Pesci, ganadora del Oscar por su interpretación como un excéntrico e imprevisible mafioso que más vale tener de tu lado). Es una de esas películas a las que hay que volver una y otra vez para dejarse llevar y disfrutar.

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