Victoriano Valencia, el padre de Paloma Cuevas que enamoró a la princesa Beatriz de Saboya
Victoriano Valencia, el padre de Paloma Cuevas, no se llama realmente Victoriano Valencia y no siempre ha tenido 87 años. Victoriano Cuevas Roger fue un conocido torero en los años 60, guapo, elegante, culto y seductor. Características que enamoraron a la princesa Beatriz de Saboya, más conocida como Titi, hija de los reyes de Italia Humberto y María José, exiliados en Portugal. La hermana de Gabiela de Saboya, el primer amor del rey don Juan Carlos, y el torero se conocieron en esa época.
Ella, llamada por entonces ‘la princesa rebelde’, se había instalado en Madriddesde donde empezó a colaborar con algunas revistas europeas al tiempo que conocía a la sociedad del país, y se quedó prendada de Victoriano Valencia, de quien se ha dicho que rivalizaba con Luis Miguel Dominguín en cuanto a conquistas se refiere. Se publicaron varias fotos de los dos juntos y después saltó a la prensa un accidente con una pistola, sobre el que no acabó de aclararse si había sido fortuito o en realidad se trataba de un intento de suicidio. Recuperados de aquello, continuaron con sus vidas, y Cuevas Roger se enamoró de Paloma Díaz y le prometió que cuando se retirase, se casarían.
Ella, paciente le esperó seis años hasta la retirada -la princesa acabó casándose en 1970 con el diplomático argentino Luis Rafael Reyna fallecido en 1999 en extrañas circunstancias-. Cuando Cuevas Roger colgó el capote, en 1971, se dieron el sí quiero en la madrileña basílica de la Concepción.
Miembro de una familia con gran tradición taurina -en 2019 se publicó el libro La dinastía Valencia. Grandeza y torería de la familia Roger escrito por Marcos García Ortiz-, de su fundador, José Roger -su hijo fue el primer torero en cortar un rabo en la plaza vieja de Madrid-, heredó Victoriano Cuevas Roger el sobrenombre de Valencia. El primer torero de la saga, peón de confianza de Espartero, había nacido en la localidad valenciana de Torrente y empezaron a llamarle Valencia, "y así quedó", ha contado recientemente a El Mundo.
Fue uno de los primeros toreros en ir a la Universidad -se licenció en Derecho por la Universidad de Salamanca-. Nacido en Madrid en 1933, la familia se trasladó a vivir a Barcelona y allí comenzó a soñar con debutar en la Monumental. Lo hizo junto a Antonio Ordóñez en septiembre de 1958 y llegaron los éxitos -también algunos percances-. Toreó 20 veces en Las Ventasy se retiró en Ibiza para empezar su carrera como empresario taurino junto a su hermano Pepe para seguir su carrera como apoderado de figuras como Julio Robles, Ortega Cano, El Juli o Miguel Abellán. También de Enrique Ponce. Aquello sucedió en 1992. Victoriano, acompañado por su hija Paloma que había estudiado Empresariales y continuó su formación en Estados Unidos, viajó a Algeciras para ver una corrida. Un joven Ponce, que acababa de tomar la alternativa en Valencia de manos de José Miguel Arroyo Joselito y con Miguel Báez El Litri como testigo, toreaba. Aquella tarde no fue de las mejores y Paloma animó a su padre a que fuera a ayudar al chico. Se convirtió en su apoderado y, después, en su suegro.
Poco después de aquello Paloma y Enrique coincidieron en un hotel de Jaén y el empresario y descubridor de Jesulín de Ubrique, Manuel Morilla, los presentó. Comenzó entonces una historia de amor que sellaron en la Catedral de Valencia en octubre de 1995 y con el nacimiento de sus hijas, Paloma y Blanca. En 25 años de un matrimonio que ahora parece llegar a su fin ha habido momentos buenos y algunos muy malos, como la cornada que él recibió en Valencia en 2014, unos meses antes de la muerte repentina del único hermano de Paloma, Victoriano Cuevas Díaz, Nano para sus más cercanos. Fue un durísimo golpe para toda la familia, por supuesto para su madre Paloma y su padre Victoriano que ahora vuelven a sufrir por la separación de su hija. Junto a ella han pasado en la finca La Cetrina, donde Paloma vivía con el torero en Navas de San Juan, Jaén, el confinamiento, tal y como contó Victoriano Valencia a El Mundo, probablemente ya sin el torero y preparándose para aceptar la nueva normalidad de su familia.
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