Mirto, un clasicismo que desafía al tiempo

La fotógrafa baja los estores de los grandes ventanales porque entra demasiada luz y, además, los frondosos plátanos del parque de enfrente restan protagonismo a las mujeres de esta historia. No estamos en el despacho de una alta ejecutiva de banca ni en uno de los showroom del barrio de Salamanca, en Madrid. Sino en la fábrica de Mirto, el taller principal de costura de esta firma nacida en la capital en 1956, emblema del emporio de la camisa, y que conserva, ampliada, su primera sede frente al parque El Paraíso, en un modesto barrio.

Las baldosas de granito del suelo de la segunda planta, de unos 1.200 m2, brillan con lustre de salón de banquetes, las máquinas de coser que hoy no operan están tapadas con fundas a medida y en la radio suena el hit de moda Yo x Ti, Tu x Mi de Rosalía y Ozuna. El trabajo está programado al milímetro y el ritmo es acelerado. No podía ser de otra forma en una empresa con 300 empleados, una facturación superior a los 24 millones de euros al año y que cuenta con 24 tiendas en centros El Corte Inglés, 200 puntos de venta en tiendas multimarca, y opera en países como Estados Unidos, Japón, Grecia, Turquía, México, Panamá… Una firma que usa cada año siete millones de botones, 1,5 millones de metros de tejido y más de 115.000 kilómetros de hilo para producir el casi millón de prendas que genera.

La atmósfera que se respira nada tiene que ver con la de esas naves de trabajo lúgubres y con luz arificial. El sol inunda el espacio donde las costureras dedican horas y horas a coser ojales, jaretas y dobladillos. Todo está inmaculado y algunas de ellas tararean a Rosalía mientras cosen vestidos. «Muchas gracias», dice Elena Fraguas con cierto pudor en el área de prototipos, donde hacemos las fotos y ya trabajan con prendas para la colección de invierno 2020-2021.

Licenciada en empresariales, Fraguas es consejera adjunta a la presidencia de Mirto desde hace 10 años e hija del fundador, Ricardo Fraguas. No es la primera vez que acudo a la sede de la marca y siempre la encuentro en perfecto estado de revista. «Es importantísimo que los equipos trabajen a gusto y que estén motivados, porque se implican y se ilusionan más», continúa Elena. Una forma de gestión deseable, sí, pero que no siempre se cumple en el sector textil. Y una forma de gestión, también, que les sirvió hacerse con el Premio Nacional de Moda en 2014.

Patrones y costura

El alma de la empresa, Ricardo Fraguas, todavía anda por los pasillos de la casa después de 60 años de entrega. «Hay que estar al pie del cañón», mantiene con amplia sonrisa y, por supuesto, vestido con un sastre de Mirto. La gestión, sin embargo, la llevan dos de sus tres hijos: Ricardo, director general, y Elena. Ellos son quienes marcan las pautas y quienes han conseguido que, dentro de la frenética actividad, se respire tranquilidad, orden, calma… Puede sonar extraño cuando del taller salen miles de piezas al mes, pero así es. Y lo mismo transmiten sus prendas: tejidos de calidad, patrones impecables, montaje cuidadoso y escrupulosa costura. «Algo que el ojo no ve, pero que la mente agradece», dice Elena satisfecha.

Las clientas extranjeras se sorprenden de nuestros precios, creen que les falta alguna cifra».

En las prendas no hay dobladillos mal rematados, ni ojales con hilos sueltos, ni estampados que no casen en puños, bolsillos y costuras (algo realmente extraordinario), ni escotes desbocados… Berta Pueyo, directora creativa de la firma, interviene: «Eso es fruto de años de experiencia y de muchas pruebas hasta que todo queda en su sitio para que siente como un guante».

Las colecciones de mujer de Mirto nacieron hace 20 años con cierta ventaja. La firma ya llevaba décadas de experiencia y éxito con camisería y sastrería masculinas, así que ya tenía un importante saber hacer. «Comenzamos con camisería femenina y fuimos evolucionando muy poco a poco, hasta que hace ocho años decidimos apostar por un desarrollo de las colecciones más amplio y con más fuerza», recuerda Elena Fraguas. «Ahora, cada colección de mujer tiene unas 90 prendas», añade Berta, subrayando que se trata de un volumen significativo en el que hay camisería, sastrería, modistería y prendas para el relax.

Facturación creciente

Las ventas de esta línea representan alrededor del 15% de la facturación de Mirto, pero la imagen de la línea de mujer está cambiando la percepción que los consumidores tienen sobre la etiqueta. «La imagen de las colecciones de hombre es más conservadora, más tradicional, mientras que nos hemos dado cuenta de que la línea femenina se percibe como más joven. De hecho, el abanico de clientas es enorme en edades y tallas. Y nos asombra colección tras colección», asegura la hija del fundador.

Entre sus clientas, quienes más se sorprenden son las turistas que van de shopping a sus espacios en los centros de El Corte Inglés y las que compran fuera de España. «Muchas clientas extranjeras nos preguntan dos y tres veces el precio para asegurarse de que es correcto. No se lo creen… Tenemos precios medios, una camisa ronda entre los 100 y los 150 euros; una chaqueta o un vestido, los 250 euros; y un abrigo, unos 400 euros. Pero el precio de otras firmas con nuestra calidad y diseño se multiplica, es mucho más elevado, y por eso nos preguntan si es correcto, ya que creen que les falta alguna cifra…».

Para el futuro, su receta sigue siendo la misma: «Trabajo, calidad, prudencia y observar siempre las nuevas necesidades de las clientas«, apunta Elena Fraguas, que no puede disimular un merecido orgullo tejido con hilos de esfuerzo, tradición y perfeccionismo.

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