Mi lugar en el mundo
Hace unos meses tuve que recortar un artículo que me habían encargado sobre Tinder, porque me pasé escribiendo y una vez puesto en maqueta sobraba la mitad (esta verborrea mía…). En la parte que se perdió explicaba que al principio de estar en Tinder la llamaba La ciudad de los niños perdidos, porque la mayoría de los que estábamos ahí (sobre todo los de mi edad) veníamos rebotados de relaciones pasadas, y andábamos así, perdidos. Resultaba muy curioso lo fácil que era distinguir a los simplemente despistados de los que se habían dejado atrapar por el desánimo y la oscuridad; a los que solo entraban a ver qué pasaba de los que buscaban con desesperación cualquiera de quien colgarse.
Charlaba anoche con un querido amigo fotógrafo sobre la penúltima polémica del mundo editorial -que no explicaré aquí porque no es el sitio ni es el tema de esta columna-, y le pedía que, por favor, se mantuviera alejado de los sociópatas (cuyos nombres todos sabemos) que habitan en él. Me dijo una frase, preciosa, que con su permiso le robaré: “no te preocupes, mi guapa, conozco mi lugar en el mundo”. Qué cosa tan bonita, qué actitud tan perfecta, y qué tranquilidad de espíritu se desprende de ella.
He de decir que mi amigo es de esas personas-bombilla, que iluminan y dan buen rollo nada más conocerle. No es como la mayoría de nosotros, que nos ponemos un forro de silicona para que todo nos resbale. En su caso es más bien un escudo de energía que hace que el lado oscuro no pueda siquiera acercarse. Es algo genuino, un don.
Muchas de las cosas malas que nos pasan vienen por no conocer “nuestro lugar en el mundo”, y no estoy hablando ni de dinero ni de escala social, sino más bien de quiénes somos y de nuestro entorno, de qué tipo de energía queremos alrededor.
Los complejos de inferioridad (físicos o de inteligencia), los prejuicios (sociales y económicos), esas aspiraciones que nos empujan a querer ser algo o alguien diferente que, a buen seguro, no nos hará felices, todas esas cosas nos alejan de ser conscientes de cuál es nuestro lugar en el mundo.
Esta vida nos arrastra más hacia el lado de la sociopatía que de la bondad, y por eso tienes muchas más posibilidades de encontrarte con un ser oscuro que con un ser de luz, como mi amigo. Igual que en Tinder, es muy fácil distinguir a unos de otros. Solo tú decides a quién quieres tener cerca.
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