De la Rocío Carrasco joven e insegura a la dominadora actual
Poco tiene que ver la Rocío Carrasco de hace 25 años con la de ahora. La hija de Rocío Jurado y Pedro Carrasco era una adolescente insegura, miedosa. Así la recuerdo de un viaje a Nueva York. Rocío inmadura, como casi todas de la época, y despistada. Y así se mantuvo hasta los veinte. Muy distinta es la Rocío de hoy, que asombra y desconcierta por su arrojo y decisión al hablar.
Qué transformación más asombrosa. No parece la misma persona. Bien recuerdo aquella Rocío jovencita, muy atractiva y llamativa pero tímida, siempre con muchos nervios. Más niña de lo real, apenas sin formas. Ingenua, cándida, desprendida, entregada y muy pendiente de los demás. Fue un típico producto de aquella España prudente, recatada, temerosa y nada lanzada. Menuda diferencia con la realidad actual, que no tiene cortapisas,límites ni censura. Así nos va, lanzados sin pausa, prudencia ni cautela, viviendo alocadamente un frenesí desatado sin autocensura ni limitaciones.
Rocío Carrasco fue inmadura como muchas, casi todas, de la época. Se mantuvo así hasta los veinte años. Fue típico, apetecible y muy atractivo producto de una sociedad discreta y sensible, muy temerosa, siempre encerrada en sí misma y cuyas inquietudes o ilusiones no trascendían del ámbito casero. Muy distinta es la Rocío interesante –y estresante, todo hay que decirlo– actual, tan bien reflejada en la llamativa, sorprendente y valiente entrevista televisiva que ha concedido como parte de su serie documental, ‘Rocío, contar la verdad para seguir viva’.
Ya sin miedos, recelos ni pelos en lengua. Su franqueza y libertad incluso parecen asombro y causan pasmo. Asombra y desconcierta por su arrojo y decisión al hablar,contar –no sé si también añorar, no lo creo– puntualizar y describirlo tanto tiempo después. Han sido 20 años de silencio, tiempo en el que ha tenido ocasión de meditar, calcular, sopesar y medir sus palabras. Envidio su memoria, ¡para mí la querría! Todo es prueba evidente, innegable, fuerte y dolorosa de que dejó señal,una herida no cicatrizada aún sin curar. Un recuerdo eterno de esos a los que quizá cobardemente nos aferramos aunque nos angustien, desvelen o dejen insomnes.
Eso ocurre con las fuertes, sinceras, muy valientes, sufridas, inéditas y, hasta ahora calladas, declaraciones televisivas de Rocío Carrasco.Sufrió en silencio y daría para muchas canciones de Quintero, León y Quiroga, ¡ay pena-penita-pena! No dejan indiferente a nadie porque producen sorpresa, nervios, desazón, sarpullido y escozor. A ver si repite esa valentía desgarradora y sigue largando.
Ojalá: creo que aún puede seguir asombrándonos mucho. Quedo a la espera y rezo para que prosiga siguiendo arriesgada,decidida, valiente, rotunda y verdadera sin temer el que dirán. Bastante lo sufrió en sus carnes morenas. Ahora no siente miedo ni que pensarán o cómo la juzgarán. Era hora de dar ese golpe sobre la mesa, de que dijese basta. Nunca es tarde para quitarse de encima semejante muerto, pena y angustia.
Reconforta, anima y alienta su coraje. Tarde pero segura, consciente y muy responsable del riesgo y de cuanto su existencia pueda exponerse, recibir y padecer. ¡Enhorabuena, valiente! Te mando mi aplauso y fervor cálidos, entusiastas, cariñosos y admirativos. Ojalá sigan tu ejemplo y valentía. Ojalá.
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