Fue un bombazo. La infanta Elena de Lorenzo Caprile, el vestido del que todavía hablamos 10 años después

Era 2010. Victoria de Suecia, heredera al trono de su país, se casaba con Daniel Westling el 19 de junio de 2010 en la Catedral de San Nicolás de Estocolmo, el mismo día que sus padres celebraban su 34º aniversario de bodas. Las crónicas de aquel día recuerdan que estaba nublado y amenazaba lluvia, y sin embargo, el cielo aguantó para permitir un lucido desfile de invitados por la larguísima alfombra azul desplegada a los pies de la iglesia.

Letizia Ortiz acudía por primera vez como Princesa de Asturias a una boda real y eligió un vestido en color rosa empolvado con manga corta, cuajado de flores bordadas y el pelo recogido en un moño tocado por la tiara floral (también conocida como la transformer, por su versatilidad, y que doña Sofía prestó a la infanta Cristina el día de su boda). Letizia se presentaba al mundo, desde luego, espectacular. Sin embargo no fue sobre ella en quien se depositaron los ojos de los millones de españoles que observaban con interés el evento. Aquella vez la invitada protagonista fue la infanta Elena.

El inicio de la ceremonia estaba previsto a las 15.30 horas, con lo que los asistentes comenzaron a hacer su aparición con una hora de antelación. Las celebraciones, que duraron todo el fin de semana, contaban con 1.200 invitados, entre ellos, numerosos miembros de las Casas Reales de todo el mundo y, por supuesto, de la española. Allí estaban la reina Sofía, los entonces príncipes de Asturias Felipe y Letizia, el matrimonio formado por la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, y la infanta Elena. Fue la foto de esta, al descender del coche que le llevó desde el Grand Hotel de Estocolmo hasta las inmediaciones de la catedral, la que epató al mundo.

Ataviada con un espectacular vestido rosa intenso y una chaqueta torera de inspiración goyesca cuajada de pedrería y detalles de borlas –un atuendo diseñado por el modista Lorenzo Caprile– la suya no era la foto de la invitada más elegante. Era directamente una imagen para la historia.

El vestido, en un impactante tono fucsia y escote recto, perfilaba la silueta de la infanta y presentaba una grandiosa falda en varias capas, con gran volumen desde la cadera y en asimetría. Como después contó el diseñador en Vanity Fair, aquella chaqueta se cosió a medida y en exclusiva para la infanta Elena: “Se hizo para ella y yo no soy Prêt-à-Porter, no soy un showroom”.

Con motivo de la la exposición Modus. A la manera de España de finales de 2018, en la que Caprile exhibió una torera similar a aquella, el diseñador recodaba para Vanity Fair: “Han pasado ya casi diez años, no me acuerdo de los detalles. Fue un momento precioso y el traje gustó muchísimo", rememora el diseñador sobre la boda. "Realmente el traje fue un bombazo tanto a nivel nacional como internacional, además con mucha polémica, porque enseguida salieron los antitaurinos. Dio mucho que hablar. En mi opinión, ella estaba regia en aquella boda".

La chaqueta de la infanta era un claro guiño a su pasión por los toros. "Doña Elena nunca ha ocultado su españolidad, todo lo contrario", apuntaba Caprile, conocedor de las raíces históricas de esta prenda: "Es una reinterpretación de la chaquetilla goyesca de finales del siglo XVIII. Este diseño ha derivado con el tiempo en el traje de luces, pero su origen está en el traje de los majos que vestían en los tiempos de Goya”, dijo.

La influencia de aquella prenda seguía notándose casi una década después: "Una o dos al año nos suelen encargar, sobre todo clientas extranjeras que les hace ilusión llevarse un recuerdo", apuntaba Caprile. "Con unos jeans, unos leggings o un traje negro quedan siempre preciosas".

El paso del tiempo ha demostrado que aquella imagen sigue siendo inspiración para hoy. Sin ir más lejos, el vestido decorado con lentejuelas y borlas que escogió la actriz Laura Dern en la noche en la que ganó un Oscar, este mismo mes de febrero. Aunque el suyo era un diseño de Armani Privé en rosa pálido y detalles negros, recuerda poderosamente al otro gran Caprile verde botella que lució la infanta, en la recepción previa a la boda de Victoria de Suecia.


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