Bartomeu, el dimitido presidente del Barça que todavía debe afrontar un mal trago personal: su divorcio
Josep Maria Bartomeu ha dimitido esta mañana como presidente del Fútbol Club Barcelona. Han sido 10 años en la directiva (vicepresidente con Rosell hasta 2014, presidente en funciones durante un año y presidente electo desde 2015) que han dejado un puñado de títulos ..Y de escándalos. Bartomeu se va con una moción de censura firmada por 19.000 socios detrás, la crisis pandémica que ha dejado a los grandes clubes abocados a repensar el negocio, casi a punto de provocar la salida de Messi del club, y con un Barçagate que estalló en febrero (una campaña de desprestigio en redes contra todo enemigo de la junta, incluyendo jugadores, pagada por el club) amenaza con prolongarse en los tribunales. Al mismo tiempo, el presidente tenía por delante otro reto, este personal: la demanda de divorcio con la que su ex y madre de sus dos hijos, Marta Frías, lo llevó a los juzgados en marzo.
Marta Frías, ejecutiva publicitaria con su propia agencia, y Bartomeu estuvieron juntos 20 años, y tienen dos hijos en común, Víctor y Jan. Hasta 2017, todavía era posible ver a la familia veraneando junta en Formentera, pero en febrero de 2018 Bartomeu reconoció a sus amistades que la pareja se había separado, y que el matrimonio ya no daba más de sí. Ella se quedó en el domicilio familiar, en el barrio Las Tres Torres, en el distrito de Sarriá. Bartomeu se mudó, pero no salió del distrito. La cercanía a sus padres, residentes en la zona, y no complicar la separación a sus hijos guiaron esa primera parte de la separación.
Todo cambió un año después: Bartomeu rehizo su vida con Gemma de Vicente, una mujer que rehuye las cámaras y también tiene hijos de una relación anterior. Y la falta de acuerdo entre Frías y Bartomeu acabó en una demanda de divorcio en el Juzgado de Primera Instancia nº 18 de Barcelona. Un caso visto en marzo de este año y del que aún no se conoce sentencia.
La ilustra parte de la fortuna del ya expresidente del Barcelona: es el consejero delegado del grupo Adelte, un conglomerado industrial que Bartomeu y sus familiares controlan con un 40% del accionariado. Adelte se dedica principalmente a la construcción y servicios para aeropuertos y puertos, sobre todo fuera de España. Su facturación y resultados son inestables –por el impacto de las grandes licitaciones–, pero en los últimos años es un conglomerado en claro crecimiento, que aumentó su plantilla un 20%. La matriz de Adelte fue Trabosa, un taller industrial fundado en 1963 por su padre, Josep Bartomeu, lejos de las zonas ricas de Barcelona, el mismo año que nació Josep Maria (que tiene tres hermanos: Esther, que gestiona su propia aseguradora; Mireia, en el sector inmobiliario; y Xavier, empresario y también parte de Adelte).
A los cinco años, la empresa familiar funcionaba tan bien que la familia se mudó de Mollet del Vallés a Las Tres Torres, aunque la vinculación con los orígenes seguía ahí: Bartomeu, como su padre, militó en uno de los equipos de la localidad. Aunque en deportes distintos: Josep Maria Bartomeu fue, durante un tiempo, jugador de baloncesto del CB Mollet, mientras que su padre le daba al fútbol. Esa pasión por las canastas explica también por qué en su primer paso por la directiva del Barça, con Laporta, fue el responsable de la sección de baloncesto (entre 2003 y 2005).
Aunque por el fútbol no había desinterés, sino educación: el elitista colegio en el que le ingresaron sus padres cuando el estatus familiar se elevó consideraba que el fútbol era un deporte vulgar que no tendría lugar en sus instalaciones. Su talento como deportista lo llevó incluso a ser jugador del Espanyol de baloncesto. Aunque fue en su paso por ESADE, mientras se preparaba para gestionar el negocio familiar, donde encontraría las amistades que le darían la fama en estos años, empezando por Sandro Rosell.
Para la historia del Barça dejó dos frases míticas: "Votar sí a la moción es votar no a Cruyff", cuando acabó defendiendo a Laporta en 2008, y otra en un programa para niños riéndose de su apodo: "Yo soy Nobita porque Messi es Doraemon y soluciona todo lo que le pido" en el equipo de Rosell en 2008 Ahora, tras dimitir para precipitar un proceso electoral que habría comenzado en marzo –esto es, si los socios no le tumbaban antes–, y tener un amargo enfrentamiento con su Doraemon, a Bartomeu le espera otra vida, lejos de los focos y donde ningún genio venido del futuro lo arregla todo sobre el césped.
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