¿Por qué siempre tienes sitio para el postre?

Comilona. No puedes más. Crees que el cinturón ya no te va a abrochar y consideras que has ingerido, en menos de una hora, las calorías de una semana al completo. Pero eso sí, ni titubeas: cuando te preguntan si quieres postre no dudas en afirmarlo. Sí. Rotundo y grande. Aunque creas que es muy probable caer en la indigestión absoluta. Pues bien, este fenómeno recibe el nombre de «saciedad sensorial específica» y la ciencia tiene algo que decir sobre ello.

Russell Keast, director del Centro de Ciencia Sensorial Avanzada de la Universidad de Deakin, ha encontrado una explicación a esa sensación que te invade cuando después de comer, quieres llevarte algo dulce a la boca.

Y según el investigador, todo está en la mente. Cuando comemos, estamos estimulando las papilas gustativas, por lo que salivamos, el estómago se expande y creeemos que tenemos más apetito.

Es por esto, que aunque nos sintamos llenos, siempre cabe un pequeño dulce, que vuelve a activar este ciclo, creando cierta ‘adicción’, ya que el azúcar incentiva la necesidad de consumir más azúcar.

Según los expertos, no es más que una sensación mental. Es decir, no tienes más hambre, pero el sabor suave y agradable de los postres hace que el cerebro mande señales de satisfacción y como no queremos deshacernos de ellas, sucumbimos a la tentación.

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